miércoles, 17 de diciembre de 2014

Hoja de Vida - Visión

Hace dos semanas, las nenas se fueron el finde con su abuela y madre respectivamente, como siempre.

El horario de regreso es a las 23hs, como siempre.

Pero no.
Daniela y su prima Candela pelearon a Leticia, quien se volvió a las 15hs.

A esa hora yo dormía exhausto una merecida siesta.
A mi lado ella dormía con su camisón puesto.
A eso de las 18 ella se levantó y preparó mate.

Cuando fui a la cocina, aun sin vestir, observé que el viento tiró ropa seca al piso del lavadero.
La recogí y llevé a la habitación de las nenas.
"No recuerdo haber dejado la puerta cerrada" pensé.

Cuando abrí, Leti me dijo: "vestite, papá".

A la noche le pregunté:
- ¿A qué hora llegaste?
- A las 15
- ¿Viste algo?
- Todo
- ¿Todo?
- Sí, los vi durmiendo.
- ¿Yo dormía boca abajo o boca arriba?
- Boca arriba.
- Entonces no te perdiste detalle.
- No.

Creo que sospecha algo.

Hoja de Vida - Valores

Mi padre dijo dos cosas cuando cumplí 13:

a) Esta es la llave de la casa. Podés volver cuando quieras pero acá cerramos con llave a las 12 de la noche. Si venís después tendrás que dormir afuera y al día siguiente dar muchas explicaciones.

b) No voy a dejarte dinero. Sólo un buen nombre y limpio. Si lo ensuciás, te rompo los huesos a palos.

viernes, 20 de enero de 2012

Mitología urbana - Demonios

Cuando en el cielo hubo discusión por la grandeza y el poder, se juntaron las nubes y los rayos cruzaron entre ellas. Dos demonios: el de la electricidad y el de la oscuridad se disputaron el mérito de hacer sufrir a las personas.

El demonio de la electricidad se metió en los cables y, desde los enchufes, espía a los niños inquietos.
Sus ojos oscuros recorren la casa en seguimiento a los infantes. Dos ojos escondidos tras las ranuras de cada tomacorriente.
A veces pone en marcha la heladera o el lavarropas sólo para demostrar su poder y llamar la atención de los más pequeños.
Otras, lanza chispas a los objetos de metal.

Los días de tormenta suele abandonar las casas para pelear contra el demonio de la oscuridad, allá en el cielo, y se lo ve lanzar relámpagos entre las nubes. Por eso, muchas veces deja las casas a merced de la oscuridad mientras él se pavonea en los cielos.

La oscuridad llena las casas de noche y hace ruidos con las puertas y ventanas.
Es en general silenciosa, pero cuando hay niños adora asustarlos hasta que regresa la electricidad.

Ambos tienen su alimento que los mantiene vivos: la oscuridad se alimenta de miedo y la electricidad, de niños curiosos que tocan los enchufes.



viernes, 13 de enero de 2012

Hoja de Vida - Mi amigo Daniel T

A comienzos de los años '90 (1990) trabajé en una fábrica de materiales de construcción franco-belga.
Por mi especialidad tuve a cargo una sección menor (en aquel entonces lo era) que se llamó MicroInformática. Estuvo constituida por 3 IBM PC/XT y 1 clon PC-AT 286.

Mi jefe, el Ing. Cristóbal Mario P (todos lo conocíamos como Mario, a secas)., me instruyó para comprar una docena de PC y comenzar el equipamiento de escritorios. La intención fue aumentar la mecanización de entrada de datos: Más teclados, menos papel. Después comprobamos que se imprimiría tanto papel como antes, pero la intención fue buena.

En esos mismos días, necesitamos de ayuda en la programación heredada de una fusión anterior. También se mejoraría la calidad de los servicios de la Subgerencia de Sistemas (no había Gerencia de Sistemas, estaba todo bajo el mando del Controller) al cambiar el S/36 (léase Sistema 36) por un moderno AS/400.

Se me ordenó contratar a Daniel T. para ampliar y modificar algunos programas del S/36, programados en RPG II.

Acostumbrado a la forma de trabajar que siempre existió en Argentina, me ofreció un presente y lo rechacé. "Detesto que alguien cobre peaje por el trabajo de otro" - le dije.

Daniel T. tenía 42 años y había sido el arquitecto de todos los sistemas en funcionamiento.
Yo tenía 30 y mis sistemas habían sido mal pagados (o: nunca me los pagaron) o pequeños y sencillos.

En esas circunstancias lo conocí. Pelado, ojos vivaces, fumador compulsivo, 1m76, unos 90 kilos.

Después de un par de años de trabajar en el mismo ambiente, Mario se fue a otra empresa (fábrica anglo-holandesa de productos de limpieza) y con él también me fui. Pero a la calle.

Daniel T. me ofreció ser socio en su emprendimiento junto a Oscar D.
Acepté y trabajamos juntos un tiempo.

Entonces lo conocí de verdad:

- Dani, ¿por qué te compraste ese auto tan feo?
- José, yo tengo buen gusto. Lo que no tengo es dinero.

Cuando compró el auto, Daniel notó lo duras que eran las cerraduras de las puertas y lo mucho que costaba cerrarlas bien. Lo comentó con el vendedor y aquél le dijo: "Eso es lo bueno que tiene este auto, es muy duro y difícil romperlo".
Fue al servicio de los 10.000 Km cubiertos por la garantía de su auto.
Comentó al jefe de taller el asunto de las puertas.
- Eso es lo malo que tiene este auto. Unas puertas durísimas que tenés que cerrar a los golpes.

Un día ese auto se le detuvo en un semáforo. Un energúmeno le tocó bocina desde atrás.
Daniel bajó y le propuso:
- ¿Qué te parece si vos tratás de poner en marcha mi auto y yo te ayudo con la bocina?

Otro día, después de mucho maldecir detrás de un taxista vacío, logró ponérsele a la par en un semáforo. Bajó la ventanilla y le dijo con su mejor tono:
- ¡Qué bonito! ¿Vos te creés que los demás no tenemos apuro? Andás tranquilo por la derecha como si pasearas.
El taxista le respondió:
- Y Usted... ¿Cómo haría el trabajo?
- Tenés razón - y se fue.

Estábamos reparando una PC cuando vi que un tornillo puesto en un borde de la carcasa, se cayó.
- Daniel, se te cayó un tornillo.
- No se cayó. Lo tiré.
- No seas necio, lo vi caer.
- Lo tiré.
- ¿Vos pensás que soy ciego o estúpido?
- Prefiero pasar por hijo de puta y no por boludo.

Discutíamos sobre la mejor forma de asignar contraseñas a los usuarios.
Con toda soltura, Daniel dijo:
- Eso ya lo tengo resuelto.
- ¿Cómo lo hiciste?
- Uso un código Nemotécnico. Las primeras letras de una frase. Por ejemplo, al gerente del molino le asigné su clave y cuando se la dí me dijo que no podría acordársela: DPAD.
- ¿Y éso qué significa?
- Lo que él debería recordar: Debo Pagarle A Daniel.

Un día me enteré que un colega necesitaba empleo. Lo comenté con Daniel.
Sin dejar de sonreir, contestó:
- Gente que ofrece trabajo a cambio de dinero es la que sobra. Necesitamos gente que ofrezca dinero a cambio de trabajo.

Oscar y yo discutíamos la solución a un problema.
Se nos unió Daniel y escuchó con atención.
Al finalizar ambas exposiciones, lo miramos en interrogación.
- No sé cuál es la mejor solución - muy serio, nos dijo.
- ¿Cuál te parece la mejor? - quiso saber Oscar.
- Eso, ¿cuál es la mejor? - reforcé.
- No sé cuál es la mejor solución. Eso es lo que dije. No sé.

Compartíamos un café en Corrientes y Paraná (o cerca) cuando, desde dentro, pudimos apreciar el paso de una morocha alucinantemente buena.
- Pensar que hay un HDP que se come ese bomboncito todos los días - dije a Daniel.
- Hay algo peor que eso - respondió Daniel.
- ¿Qué puede ser peor?.
- Hay un HDP que le dice: "Hoy no tengo ganas".






domingo, 3 de julio de 2011

Hoja de Vida - Noche de Olimpíadas

Alguien debe entrar en las llamadas "zonas peligrosas". Es la forma en que la mano del juez llegue a toda su jurisdicción (lat: iuris-dictio - hasta donde llegan los dichos del juez).

En la ciudad de Buenos Aires (C.A.B.A. para los puristas) existen asentamientos precarios mejor conocidos como asentamientos de emergencia o villas, a secas.

Durante un año y medio me tocó trabajar en los barrios Lugano y Soldati, cuyas villas son temidas por los ciudadanos que se consideran respetables.

Por orden de una fiscalía tuve que ir a la manzana 7 de la villa 3 "Fátima" para entregar una citación a Alejandro B. por infracción al Art. 49 bis (Código Contravencional viejo - tenencia o portación de arma de fuego de uso civil y su suministro).

La villa 3 es un barrio pequeño, delimitado en una región de cuatro calles por cuatro.

En ese lugar la manzana 7 es la más "picante", lo cual significa que en ciertos momentos del día - mas bien diríase la noche - las cosas se ponen ásperas.

Así las cosas, visité, de día, tres veces la casa del tal Alejandro B. sin resultados esperanzadores: la puerta estuvo cerrada con cadena y candado.

Una noche, antes de vencer el plazo de 96hs que tenía, decidí ver la cara del susodicho.

En el auto tenía una campera de jean vieja, gastada, ideal para llevar a cabo el plan.

Dos días sin afeitar y con el cabello revuelto, zapatillas de gamuza azul embarradas de una visita anterior sirvieron para darme la mínima cobertura de anonimato.

A eso de las 20:30 hs. notifiqué con habilitación de días y horas inhábiles (fuera del horario de 7 a 20 impuesto por la Justicia) en Lugano. Regresé por Av. Fernandez de la Cruz y tomé por Av. Mariano Acosta. Entré por Riestra y estacioné el auto, un modesto Fiat 147, frente de la remisería junto al pasillo.

Caminé hacia la avenida Mariano Acosta para ingresar por el segundo pasillo, el que lleva directo a la casa del desconocido Alejandro B., siguiendo los consejos de mi finado tío Luis, antiguo sargento ayudante del malquerido Ejército Argentino.

"Nunca ingreseses a un lugar de donde no sepas cómo salir".

"Cuando debas regresar a un punto, siempre debes trazar una ruta de sólo ida. Evitarás las emboscadas".

Con esas indicaciones, pues, me propuse entrar por el pasillo más oscuro e irme por el más iluminado y corto hacia el auto.

Llegué al centro de la manzana 7. Julio de 2004. Iluminación "a giorno". Tanto, que no pude ver sombra alguna. Los muchachos disputaban un partido de voley con red y todo.

Encendí un cigarrillo para darme una excusa y bajar la vista para mirar de reojo la puerta del esquivo Alejandro.

Maldije por lo bajo. El candado enlazó la cadena en forma diferente a la que vi cada día, señal inequívoca de la llegada y salida del buscado.

El partido se desenvolvió con cierta normalidad y pude apreciar que se trataba de una selección de Paraguay versus otra selección también de aquel país.

Al finalizar el cigarrillo, me dispuse a abandonar el lugar porque a las 21:30hs no había excusa posible para justificar mi presencia.

Antes de tirar el pucho caí en cuenta que un flaquito me tenía "clavado" con la mirada.

Decidí pisar el filtro al pasar junto a él y, de paso, evitar el cruce de ojos.

Se cruzó en el camino y no me quedó más remedio que alzar la vista.

Escuálido, ojos oscuros grandes, cabello negro lacio, campera grande para él, jean gastado (como los míos), zapatillas tenis. De su mano derecha colgó un bolso con aspecto pesado.

- ¿A quién buscás? - no se anduvo con vueltas.

- A Alejandro B.

- ¿Sos del palo?

- No.

- ¿Querés comprar? Tengo de todo.

- Hace rato que no compro - ¿qué sé yo lo que vendía?

Miró algo en mí y evaluó, veloz, su próxima batería de preguntas.

- ¿Cómo es?

- Chileno, moreno, alto, no sé, como cualquiera.

- ¿De dónde lo conocés?

- No lo conozco - y ahí comprendí el peso de las palabras - me lo refirieron.

El puto diccionario. No pude desprenderme de él. Demasiada formalidad.

- Decime la verdad - fue un cuchillo hundido en mi garganta seca - vos venís de un juzgado.

- Sí - tuve que conceder.

- ¿Sos juez? ¿Secretario? - se me escapó una risita.

- ¿Vos creés que un juez o un secretario vendrían aquí, a esta hora, vestidos así?

Sonrió una hilera de dientes blancos.

- Te admiro los cojones.

- ¿Por qué? - ingenuo de mí.

- Porque aquí no entra nadie.

- Mirá - separé las manos - Dios protege a los inocentes y a los boludos. Inocente ya no soy.

Se rió de buena gana.

- ¿No me reconocés? - se mostró a la luz para que pudiera verlo mejor.

- No. Ni ahí.

- Fijate bien. Soy Dany T. ¿No me viste nunca?

- No. Jamás.

- ¿Te acordás de la banda que robaba blindados en los '90?

- Si.

- Bueno, yo era el menor de la banda. Ya pagué por lo mío - cambió el bolso de mano y observé verrugas en la libre que me ofreció.

Sin dudar le dí un apretón de mano pensando en que debería haberlo evitado.

Volví a maldecir por lo bajo. En caso de una redada, ¿cómo explicar mi presencia allí y con ése tío? Hice un gesto para indicar que deseaba irme.

- ¿Para qué lo buscás?

- Para entregarle una citación.

- ¿Es importante?

- Sí. Debe presentarse a hablar con el fiscal.

- ¿Y si no se presenta?

- Soy la última oportunidad que tiene para presentarse por las buenas. Si no, vendrán los muchachos y se va a poner divertido.

- Te lo busco.

- No, dejá. Me voy.

Insistió y no me quedó otra que aceptar su convite.

- ¿Dónde me esperás?

- Aquí, en lo del paraguayo - señalé el garage donde un paraguayo ofició de barman.

- ¿En lo del paraguayo? - Alzó la voz en medio del griterío por el partido.

- Shhh, bajá la voz.

- ¡Estos paraguayos vienen al país, se quedan a vivir acá, no pagan impuestos! ¡Estos son todos transas! (comercian estupefacientes).

Lo miré con sorpresa y sospecha. Acusó el gesto.

- Bueno, yo estoy de paso. Vivo en otra parte pero vengo a visitar por acá.

- Bueh.

- Esperame, lo voy a buscar - y se perdió en el gentío.

Regresó a los diez minutos.

- Estuvo en el Carrillo (el barrio al lado de la villa) pero ya no vuelve. Salió a "trabajar".

- Me voy.

- Te acompaño. ¿por dónde te vas?

- Al auto. Lo dejé en la remisería.

- ¿En la remisería? - se rió con exageración - ¡Es el "delívery"! (de droga, claro).

Camino hacia el auto uno de los pibes sentados en el pasillo preguntó a Dany.

- Dany, ¿tenés un fierrito?

- Ahora vuelvo.

Subí al auto y me fui.

Al otro día regresé y encontré al requerido.

- Buen día. ¿El Señor Alejandro B.?

- Soy yo ¿dónde hay que firmar?

Regresé a la oficina fumando el último pucho del paquete.

"Algunos tipos tienen palabra". Me dije.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Hoja de vida - Atractivo

Mis tía y prima habían venido de viaje a Buenos Aires y decidí hacerles una visita.

Me vestí como para ir a un casamiento. En aquellos entonces tenía 22 años y mi prima, 19.
Durante un par de horas me pusieron al tanto de sus planes y novedades familiares.

Me despedí de ellas y crucé Av. Coronel Díaz y luego Av. Santa Fe para así abordar el ómnibus que me llevaría de regreso a casa.

Mientras esperé en la parada percibí que, desde un auto que frenó para doblar por Av.Coronel Díaz, una morocha me miró y sonrió.

Una señora cargada con sus bolsas de compras, también me miró. Cuando se dio cuenta que la observaba, también sonrió.

Subí al ómnibus y el chofer se sonrió al darme el boleto (en aquel tiempo no habían expendedoras de boletos).

Al comienzo estuve preocupado porque pensé que tenía algo mal en mi ropa. En un muchachito elegante cualquier detalle se notaría más.

Me miré en el reflejo devuelto por una ventanilla enfrente mío. Cada vez que pasamos por alguna arboleda, los rayos de sol en mi ropa aliviaron mi curiosidad.

Nada. Pareció que toda mi ropa estaba en orden. “Estaré mal peinado”, pensé.

Una muchacha se sonrió desde su asiento sobre la rueda y me preocupé aun más. Pero, luego de consultar con el reflejo, comprobé que mi peinado tampoco estaba mal. Así que, después de las rigurosas constataciones sobre mi aspecto, decidí que, aquel día, estuve más lindo que nunca.

Armado de confianza, devolví las sonrisas que despertó mi presencia en el ómnibus. Al llegar a mi destino, me acerqué a la puerta de descenso saludado por las sonrisas de quienes abrieron paso a mi elegante humanidad. Toqué el timbre y el chofer, más amable que nunca, se detuvo cerca del cordón.

Al iniciar el descenso de los dos únicos escalones que me separaron de la calle, un súbito presentimiento hizo que decidiera apelar al último recurso narcisista en mi camino: El pulido e inmaculado espejo convexo, usado por el chofer para verificar que no quedaran pasajeros para descender. En él pude aclarar el misterio que rodeó a todas las sonrisas que me acompañaron todo el trayecto.

En un rojo intenso, sobre mi mejilla derecha, estaba estampado el beso de mi prima.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Letras para Gaby

Pasé para dejar mi impronta en la arena de tus playas.
El sol acaricia tus ojos, la brisa te besa en mi nombre
Y sigo sintiéndote en mi pluma.
La maldición de tu lengua escarba en mis letras.
No se va, se mete cada vez más.
Te perfilo en mis escritos.
Te dibujo en el vuelo de mis frases.
Te llevo escondida en un pliegue de mi mente.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Hoja de Vida - Zona Roja

Hace años (1996) mi amigo Daniel y yo tuvimos una oficina en Floresta.
Regresábamos juntos casi siempre a las 21hs por Av. Rivadavia.

A la altura de Boyacá cruzábamos las vías y él tomaba por una calle (ahora contramano) paralela a las vías del FFCC Sarmiento. Hacía 2 o 4 cuadras y luego doblaba para cruzar Av. Avellaneda.

En ese recorrido un día fuimos más tarde (serían las 22.30hs) y me sorprendí con las virtudes de las damas, ofrecidas a los choferes que se animaran a pagar la tarifa.

En aquellos años se habló de la zona roja pero ni idea en dónde quedaba.

Daniel maniobró por Av. Godoy Cruz y redujo la velocidad para que pudiera apreciar "el paisaje".

Desde la calle saludaron unas féminas dignas del set de un estudio de filmación. Con ropas apretadas algunas, diminutas mallas otras. Con tangas y teteras, vestiditos provocativos, tapados arriba (era invierno) y casi nada abajo la mayoría, deslumbraron a quienes miramos la galería de envases como quien mira una góndola en el supermercado.

Ella comenzó a hablar en voz baja y miró a Daniel porque yo ni la escuché. Me dediqué a mirotearla toda. Me concentré en sus muñecas, cuello, mentón, pómulos, cabello, cintura, tobillos, manos, en fin... todo aquello que pudiese delatar su naturaleza masculina.
Ya estaba convencido. Era una mina. Hecha y derecha.

- Ok - dije levantando la mano para que se callara - Pero vos sos nena, ¿verdad?

- No, papito, soy nene y con pitito.

Todavía me acuerdo y me brotan las carcajadas como aquel entonces, cuando Daniel tuvo que poner en marcha el auto porque yo no podia parar de reir.

domingo, 5 de julio de 2009

VillaLetra - Exodo

A los veintisiete años de la liberación del DOS aconteció que un pueblo se volvió errante. Y este pueblo era el que habitaba los montes de loscuentos.net. Y estos montes eran parte de una gran montaña llena de cavernas donde los habitantes guardaban historias. Había historias de todo tipo. Y gentes de todo tipo había.

Y llegó un día en que el faraón Gik maltrató a los esclavos de las letras.
Y los esclavos se rebelaron y salieron al desierto de Internet. Y los primeros llegaron a una playa que llamaron villaletra.
Y los que llegaron primero limpiaron el sitio y crearon lugar para recibir a sus hermanos errantes.

Los llamaron por sus nombres y los nombrados llegaron y se aposentaron. Y viendo que éste era un lugar pacífico llamaron a los demás y el pueblo errante llegó a la tierra donde manan letras y nicks.

Y el Señor de esas tierras viendo que se había formado una comunidad nombró cuidadores para velar que nadie pisara los jardines de los demás.
Los había grandes y floridos. Y había jardines pequeños, casi incultos.
Y había jardines que florecían naturalmente. Y jardines nuevos en los que los jóvenes ponían sus mejores semillas. Y veteranos que cuidaban de los jardines como se cuida a una orquídea de los insectos.

Y el faraón Gik mandó sus hordas a pisotear las flores y jardines.
Y las hordas parecían de gentes. Y los rostros de las hordas eran cuatro y todos ellos eran como rostro de bestia. Y eran cuatro los rostros de los que formaban las hordas. Y los rostros eran de cerdo, pavo real, pato silvestre y caimán.

Y las gentes de las hordas eran bestias de cuatro rostros. Según su rostro se comportaban. El rostro de cerdo hacía que comieran y se revolcaran entre los desechos llenos de gozo. El rostro de pavo real hacía que mostraran un tamaño mayor al verdadero y que escondieran sus plumas al escuchar ruido. El rostro de pato silvestre hacía graznar sus cantos y dejaban rastro a su paso. Y el rastro era hediondo. El rastro hediondo era desecho que usaban los que tenian rostro de cerdo para regodearse. El rostro de caimán traía suerte a los de la horda porque el espíritu del caimán es esconderse bajo el agua y esperar a su presa que se acerque a la orilla.

Y el Señor de la Villa levantó murallas de fuego para proteger a su antiguo pueblo errante.
Y las hordas se quemaban en el fuego. Y los que no se quemaron pasaron y destrozaron lo que hallaron a su paso. Y el faraón Gik se regocijó.
Las hordas se revolcaron en todo charco de letras que encontraron a su paso.

Al oirles pasar se les escuchaba gruñir: "Mi preciosssssoooo".

Y un día los villanos dijeron basta.

¿Continuará?


Texto publicado: 30.10.2007
Villa Letra - 2006

VillaLetra - META-TA-FISICA

Claro, a simple vista parece escrito por un disléxico teniendo dislalia.
No, es la correcta traducción de Metafísica, que no proviene del castellano sino del griego y significa "Mas allá de la física".
El término fue acuñado hace unos tres mil y tantos años.
No significa en lo más mínimo todo eso que se publica y se escribe actualmente sobre ella.
No. No son recetas para vivir mejor, ni son consejos para criar a los niños, ni son lecciones para el amor.
Para nada.
La metafísica nació para explicar los fenómenos que la Física, ciencia que observa y describe los fenómenos que ocurren con la Materia, no podía explicar.
Primero, la Fisica no explica qué pasa y por qué.
NO. La Física describe con ecuaciones muy precisas cómo se desarrollará un acontecimiento en ciertas circunstancias.
Eso permite la repetición del acontecimiento y observar infinitas veces cómo se reitera en todos sus detalles.
Pero claro, hay momentos en que alguien hace una observación de cosas que se salen de ese patrón.
En ese entonces aparece la Metafísica para explicar (o intentar) lo que la Física no puede.
Y ahi aparecen los devotos de San Ata.
Esos son los que han inventado un sustrato sobre el cual han explicado por qué existe una conexión cósmica entre los espíritus benignos que, hartos de no hacer nada, se dedican a crear el bienestar entre los vivos, y la caida de la tostada con la manteca apuntando a la alfombra.
Y como esta explicación NO PUEDE comprobarse, San Ata es el santo más milagroso y menos reconocido.
Porque nadie reconoce que ha obrado milagros en la vida de todos, creyentes e infieles.
Nota: Sanata = Argentinismo. Falacia.

Publicado el 28/08/2007 en VillaLetra.net y www.netlog.com

Nota (25-10-2007):
Cuando Aristóteles (El Estagirita) hablaba de Física y Lógica a sus alumnos, lo hacía siempre con la asistencia de unos rollos que contenían textos con la sabiduría acumulada hasta entonces.
Había textos en algunos rollos que no eran de uso frecuente y en ellos se escribían conocimientos de escaso uso o raros.
Debido a que Aristóteles tenía una biblioteca bastante poblada, los rollos se acumulaban en más de una hilera.
Entonces cuando alguno de los alumnos deseaba ilustrarse sobre cuestiones que no pertenecían ni a la lógica o a la física u otros conocimientos mundanos, pedía al Maestro que le alcanzase alguno de los rollos que estaban atrás de los rollos de Fisica, o "Más allá de la Física" puesto que ahí se guardaban. Todo lo demás, es obra de San Ata.

VillaLetra - Creatividad


Nada hay más emocionante que presenciar un duelo.
Para ello es necesario encontrar un buen par de duelistas.
Las producciones de Hollywood más exitosas son aquellas pelis de acción donde hay un "bueno" y un "malo".
Ultimamente se han volcado a mostrar buenos con un costado no tan bueno y malos con un lado bueno.
Eso siempre ha sido así; Inclusive los jueces saben que hasta el asesino más implacable ha mostrado un lado tierno.
Cada vez que vemos un enfrentamiento también vemos un duelo.
Preferentemente de ideas.
Así es el ajedrez.
Así son los juegos de naipes.
Así son casi todas las cosas modernas.
La violencia es un remanente de un pasado donde los hombres y bestias estaban más hermanados que ahora.
Con un hombre se puede razonar.
Con una bestia no: sólo se la puede convencer a través del temor porque ambos, Bestia y Hombre, respetan lo que temen.
Así las religiones y las políticas han explotado este lado primitivo del Hombre.
Asistimos a las correrías de un minúsculo grupo de bandidos(*) que, usando su libertad en forma errónea, manifiestan descontento con una medida que pudiera considerarse impopular.
Este grupo sólo pretende divertirse a costillas de los demás.
Eso ha sido así desde el comienzo de la humanidad.
No habrá de cambiar porque ahora dispongamos de un PC, una pantalla grande y banda ancha.
Lo que separa a un adulto de un niño es la capacidad de dominarse.
El niño expresa sus desacuerdos con un berrinche.
Los adultos procuran convencer a su interlocutor para que modifique lo que considera injusto.
Pero a diferencia del niño, el adulto negocia, hace concesiones.
El niño no.
No importa que el envase haya envejecido.
Es el contenido, no el continente lo que hace adulta a una persona.
Ahi radica la diferencia.
En que el adulto intenta usar su inteligencia para persuadir y no para obligar.
En el fondo el niño y el adulto intentan lo mismo: obtener un beneficio o el cese de un perjuicio.
Pero el camino es el que hace al resultado.
Ahí se necesita la Creatividad.
(*) Que operan en banda.

Nota: Publicado en VillaLetra.net, un sitio que fue hermoso mientras duró.

martes, 12 de mayo de 2009

La copa de vino

Meces suavemente agitando el contenido de la copa que mantienes con sus labios húmedos del vino que, inconsciente, espera ser bebido. Apartas una mano para atestiguar que me esperas impaciente. Tus ojos espian mi presencia y tu boca anticipa mi llegada. Separas las rodillas en son de bienvenida. No queda sino acercarme a saciar mi sed.

viernes, 22 de agosto de 2008

Hoja de Vida - Todo sea por un amigo

Estábamos a mediados del año '87 y yo venía de una ruptura atroz.
No quería saber nada con nadie.

El "gordo" Carlos era alguien para considerar grande.

Un tipo robusto de 1,85m y unos 140 kg aproximadamente.
Al lado de él, yo me veía como un alfeñique esmirriado, con mi 1,78m y 64kg.

Tenía un Ford Falcon modelo '77 y trabajaba en Sistemas, en la planta baja de la Galería Jardín en la Ciudad de Buenos Aires, cuando en aquellos entonces no era aun el centro de la informática de la ciudad.
Nos había presentado "El Fenicio" y, debido a nuestra pasión por la informática, congeniamos enseguida.

El sábado por la mañana me llamó desesperado.
Tenía una cita esa noche, pero su chica le pidió que llevara a un amigo puesto que no quería salir sin su amiga del alma.

Entre nos, los hombres tenemos un código de honor que se respeta sin importar quién sea el caballero que nos pide el favor.

Así pues, en las cercanías de la pista de baile se acerca a uno un desconocido susurrándonos al oido las instrucciones:

- Macho, haceme la gamba (traducido al español estándar: Chaval, hazme un favor).
Y acto seguido, sin esperar respuesta pues sabe que siempre le dirán que si, prosigue:

- ¿Ves esas dos que están allá?. Bueno, la de la derecha es la tuya. Me llamo Julio y nos conocemos desde la secundaria en Villa Martelli. ¿Dale?. Ah, decime tu nombre - y nos estrechamos las manos, como caballeros.

Y así uno se convierte en el valiente domador que se lleva la fiera de al lado de la tierna palomita que se comerá el aprendiz de lobo feroz que requirió nuestra ayuda.
Luego, más tarde, cuando ya veamos que el lobo está encargándose de la palomita, nos despediremos para ir al baño y luego perdernos de la vista.
Misión cumplida.

Dada esa costumbre, puedo continuar con el relato.
¿Dónde estaba? Ah, sí. El "gordo" tenía una cita esa misma noche y yo debia acompañarlo para "sacarle el clavo".

Esa noche no tenía planes por lo que no le fue difícil convencerme.

Pasó a buscarme a eso de las 19hs.
Me explicaba los detalles de la cita mientras ibamos rumbo al barrio de Caballito, cerca de Balvanera, donde yo vivía entonces.
No paraba de hablar creo que presa de la excitación por saber que alguien iba a dejarlo a solas con su chica. Y ese alguien viajaba a su derecha, en el asiento del acompañante.

Llegamos a casa de su chica.
Quedé esperándolo en el auto mientras él se informaba si su dama estaba ya lista.
Regresó con una sonrisa atravesándole el rostro.
- Ya viene, termina de arreglarse y baja.
- Bueno, la esperamos.

A los veinte minutos de esperar escuchando la radio del Falcon, bajó ella.
También bajamos del auto para recibirla.
Dos caballeros hacen eso. Y nosotros lo éramos.

Generalmente cuando la dama que uno pretende lo vale, se justifica que uno use el recurso de "sacarse el clavo". Pero es bueno saber que es un recurso extremo.

Al parecer, el "gordo" usaba sus recursos dispendiosamente.
Paso a describir a su dama:
Bajita, no más de 1.55m, cabello castaño lacio con corte paje hasta los hombros, ojos oscuros y a juzgar por sus abundancias, creo que su mamá jamás temió que su bebé muriera por inanición.

Nos presentamos y fui a dar al asiento de atrás.
Ya estaba resignado a ser el acompañante de Moby Dick para que Dumbo y su amiga estuvieran tranquilos.
Viajamos a través de toda la ciudad hasta llegar al barrio de Belgrano o creo yo que era ése.
Al llegar la amiga del "gordo" bajó y fue a buscar a su amiga, la que sería "el clavo".

Cuando ella estuvo alejada unos metros del auto, y seguro que ella no nos escucharía, me preguntó:
- ¿Viste qué buena que está mi chica?

"Carajo, tendrías que comprarte anteojos, chango!" es lo que hubiera querido decirle, pero no podía herir sus sentimientos y más aun cuando a él (y eso era lo más importante) le gustaba.

- Está perfecta- le mentí.

Por supuesto, si ésa era la que estaba buena... ¡imaginate la otra!
La chica del "gordo" volvió al auto y se sentó.
- Dice que le tengamos paciencia, que está arreglándose y en unos diez minutitos más ya sale.

Dios Mío! me decía yo en el asiento de atrás. Tuvo una hora para prepararse desde que la amiga le avisó en Caballito que ibamos para allá. Y además de eso, ya sabía que saldríamos.
No quería imaginarme lo que sería el criterio del "gordo" para pensar en un "clavo".
Pero observando sus criterios de belleza, ya bien podía figurármelo.

A eso de las 21:15hs la amiga del "gordo" se había inquietado un poco y bajó del auto.
Volvió a los cinco minutos con su amiga caminando detrás.
Motivo por el cual no la ví.
El "gordo" y yo somos dos caballeros.
Así que bajamos para recibir a la nueva integrante del grupo.

Cuando la amiga del "gordo" se corrió del medio para dejarla ir al asiento de atrás, la vi:
Alta, curvilínea, rubia, cabello lacio, flequillo que caía sobre las cejas, labios rojos, un tapado negro sobre los hombros y enfundada en un pantalón entallado.

Salimos un buen tiempo.
Y cada vez que la iba a buscar a su casa, recordaba lo que una vez me dijo alguien:

- Lo que para unos es desperdicio, para otros es materia prima.

jueves, 21 de agosto de 2008

Hoja de Vida - Mi relación con las mujeres

Siempre he tenido mala suerte con las chicas.

No sé si se ha tratado de mí, de las circunstancias o de la forma en que he vivido.
Cuando era chico, me gustaba una de las nenas del jardín de niños.

Su nombre es Hebe. Alta, de cabellos castaños, lacios, ojos color cielo.
Hermosa, inteligente, siempre con una sonrisa en sus labios.

No tenía muchos motivos para sonreir, pero siempre lo hacía.
Un día supe que su madre había fallecido siendo ella muy pequeña o cuando ella nació.
No sé. Sólo me enteré que su padre se había hecho cargo de ella. Y vivía cruzando las vías.
Las vías, en mi pueblo, son como una barrera que divide la parte próspera de la que no lo es.
Impensablemente el pueblo se desarrolló hacia el lado donde los pasajeros descendían del tren.
Por lo que la otra parte del pueblo estaba a "espaldas" de la estación.
Y esa era la barrera natural por la que nunca crucé al otro lado para saber dónde vivía.

Cuando yo tenía ocho años nos fuimos del pueblo.

Y volví a verla cuando ella tenía 17, uno más que yo.
Estaba hermosa. Literalmente. Pero tampoco entonces reparó en mí.
Yo ya era más alto que ella, quien me llegaba al hombro.
Me miró un par de veces. Y me mordí las palabras.
Estuve enamorado toda mi niñez y casi toda mi juventud.
Y jamás le dije lo que sentía.

Siempre fui tímido. Tal vez algo retraído.
No sé, es que las chicas preferían estar charlando con las otras chicas o simplemente con otros muchachos.

Nunca pude integrarme a los grupos.
Asi que me encerré en el estudio y la lectura.
Es un buen refugio cuando no se tienen amigos.

Una familia que no tiene un hogar fijo es una familia nómada y así era la vida que acostumbré tener. Nada de amigos, porque siempre uno es nuevo dondequiera que vaya.
A todo el mundo le resultaba fácil integrar un grupo, puesto que todos se conocían desde la infancia.
Pero no era mi caso.
Entonces llegué a la época en que quise relacionarme con las representantes de la femineidad.
No fue tarea fácil.
Abordar a las damas no era muy difícil. Una pregunta alcanzaba para comenzar una conversación.
Pero.... ¿de qué hablar?
Nunca tenía nada qué decir. Y si por alguna razón les decía "qué linda sonrisa"... era motivo suficiente para que volteasen el rostro y me dejasen hablando solo.

Digamos que he sido muy afortunado si considero que con el correr de los años encontré a mi primer novia en un club de ajedrez.
Yo tenía 17 y ella, 16. Una morocha de cabello largo, baja, ojos negros y labios tentadores.

No sé bien cómo fue que comenzamos a conversar. No era mi tipo. Yo buscaba y miraba siempre a las mujeres de ojos claros y cabello oscuro.

Me casé dos veces con mujeres asi. Pero no las buscaba. Me las encontré.
Como a ésta.

Habiamos participado de un torneo de desafío entre los miembros de una fábrica de productos químicos y yo había ganado mi partida por medio de un sacrificio de dama, al mejor estilo de mi ídolo Mikhail Tahl. Ella había estado entre los demás visitantes del club y quienes habían concluido sus partidas. Cuando gané, ella fue una de las primeras personas que me saludó.
Y comenzamos a vernos más seguido.
Finalmente nos veíamos a la salida del trabajo de cada uno y volvíamos juntos al barrio.

Sin darme cuenta había conocido a mi primer novia.

Nos veíamos casi todos los días. Si no pasaba a buscarla por su casa, nos encontrábamos en el club Torre Blanca.
Mi hermano y yo jugabamos ajedrez ahí. Con el tiempo nos convertimos en fiscales de torneo.
Algo natural para quien se conoce todo el reglamento del juego y lo aplica en un club donde nos reuníamos con gente de todo tipo.

Cada tanto se organizaba un torneo y jugábamos casi todos los integrantes del club.
Y en uno de esos tantos torneos, mi hermano y yo éramos fiscales.

Bien, a veces yo faltaba al torneo previo pedir a mi hermano que me cubriese la falta.
Y salía con mi novia.
No haciamos nada fuera de lo que hace una pareja de adolescentes.
Sentarnos en una plaza a besarnos y mirarnos a los ojos, caminar y hablar de lo que se nos cruzase en la mente, besarnos apoyados en el guardabarro de algún auto estacionado...

Justamente en una de esas oportunidades fue que ella me dijo:
- Ay, José, ¡no me aprietes más que estoy toda mojada!
- Disculpame - dije.
Y la llevé a su casa.

Mi madre me vio llegar temprano y me preguntó por mi hermano, quien estaba en el torneo.
Luego, mirándome con ojos inquisidores siguió indagando:
- ¿Y tu novia? ¿no la viste hoy?
- Sí. Pero tuve que llevarla a la casa.
- ¿Por qué?
- Porque me dijo que estaba mojada.

Mi madre me miró a los ojos con esas miradas que sólo las madres tienen. Me abrazó, me dio un beso en la frente mientras repetía:
- Ay, hijo, ay hijo.

Nos sentamos a la mesa y tuve que contarle la situación.
Entonces ella, muy seriamente, me explicó la fisiología de las mujeres. Luego me dio instrucciones sobre cómo se trata a una dama, cómo se le habla, se le acaricia y cómo se le debe considerar: con respeto.

Con los años todos esos consejos me han sido de utilidad.

Pero cada tanto surge mi parte oculta y no puedo evitar sucumbir ante un par de ojos claros.
En ese momento, en medio de mi estupor... digo tonterías, me río de cualquier cosa.
Y por supuesto, echo todo a perder.

Probablemente se trate de la ansiedad, pero más creo que se trata del resplandor de aquel amor.

viernes, 8 de agosto de 2008

Hoja de Vida - Mi primera vez

Omar y yo eramos las antítesis uno del otro: El era musculoso y atlético y yo... todo lo contrario.
Los amigos de la cuadra siempre nos burlábamos de su forma de caminar, como si fuera dando unos ligeros saltitos hacia los costados (como un gorila).
Un día yo salia de casa apurado para hacer las compras.
El venía apurado mirando para otro lado. Nos dimos un encontronazo de aquellos que hacen época. Ambos pedimos disculpas al otro por la torpeza propia.
Desde ahí nos hicimos inseparables.
Ibamos al gimnasio juntos, trotábamos por el boulevard "Segui" siguiendo al "Chino", su perro. Entramos a trabajar juntos en el "Hotel Europeo" y al final del primer mes... nos fuimos a debutar. Claro, ambos eramos nuevos en la ciudad y ninguno habia tenido tiempo ni plata para andar saliendo a bailar. Además el tenia 15 y yo 16.

Habíamos escuchado hablar de un lugar cerca de la estación de trenes Rosario Norte.
Eran épocas oscuras: 1978.
Dos menores no podían andar después de las 22:00. Había toque de queda.

Llegamos y se veia bastante oscuro en todo el lugar. Se llamaba Kon Kon (no sé si existirá aun).
Omar no quería entrar.
Me dijo:
- Entrá vos, y si te va bien, voy yo.
- No seas cagón.
- Vos sos el mayor, te toca dar el ejemplo. (jajajaajaj!!).

Asi que entré al lugar oscuro y a los tropezones, como ciego nuevo.

Mientras estaba tratando de aclimatar los ojos a la oscuridad, surgió una morocha mayor que yo, en buen estado. La "vieja" tendría unos 25 años.
Estaba bárbara.
Cuando me preguntó: "¿Querés charlar conmigo o con alguna otra chica?" miré rápidamente al conjunto y me dije "Ni en pedo con otra!", a lo que ella me escuchó decir: "Claro, con vos está bien!".
La mujer de la barra, una dama entrada en años, repitió su pregunta:
- Joven, ¿qué va a tomar?.
- Whiscola (whisky con coca cola, para quienes no sepan).
Pagué y me fui al sillón siguiendo cada una de las curvas de la morocha.
Había recibido mi sueldo esa tarde, como también Omar, quien esperaba pacientemente en la esquina.

La morocha percibió que yo la devoraba con la vista.
Abrió fuego:
- ¿cómo te llamás?.
- José Luis, le respondí.
Y sin darme tiempo a nada, cuando pasó una mujer tomando pedidos, ella le dijo:
- Traeme un whisky.
Mirándola como si ella acabara de matar al Papa, le pregunté:
- ¿Cuánto me va a costar esta conversación?.
Ella entró a sumar números como si fuera una operadora de bolsa.
La corté diciéndole:
- Tengo la mitad de esa cifra y eso incluye todos los gastos.
Lo pensó un instante, y sonrió.
Asi que ella hizo una seña a la gente de la barra y, tomándome de la mano, me llevó hasta un hotelito que estaba dando la vuelta a la esquina.
Allí le dieron una llave sin más preguntas.

Fuimos a una habitación que daba a un patio.
Ella fue al baño a arreglarse.
Mientras tanto, yo permanecía casi vestido porque no me animaba a quitarme toda la ropa. Entiéndase que nunca había estado desnudo delante de una mujer (excepto mi madre).
Ella salió en tanga y tetera. Y corriendo se metió en la cama.
Yo entré al baño, me miré al espejo y me di cuenta del cagazo que tenía.
Era la hora de la verdad.
Salí y cuando me detuve a los pies de la cama.... ella abrió las sábanas y me dijo:
- Vení, campeón.
La visión de todo eso que tenía debajo de toda la ropa surtió su efecto y me desvestí lo más velozmente que pude.
Nunca había visto a una mujer desnuda con tanto detalle como la que tenía enfrente.
Así que no tenía idea de dónde iría a comenzar la cosa.
La dejé hacer a ella.
Eso facilitó las cosas.
Al rato de darle, ella me preguntó:
- Sos lento, ¿verdad?.
- Si. Soy lento - respondí pensando que la mano era una cosa, y una mujer... otra.

Después de estar un rato bien largo dándole bomba, me di cuenta que no sabía cómo tenía que hacer para alcanzar el orgasmo.
Fingí "llegar" y me retiré, avergonzado.
Ella percibió algo y me preguntó: ¿Estás bien?.
- Es mi primera vez, le dije.
Me bañó en besos y me mimó como a un osito de peluche.
- Mi vida - me decía.
No sé ni su nombre. Pero no me olvido de esa noche.

Cuando salimos, Omar esperaba en la esquina con ojos expectantes.
Le hice un gesto típico con el pulgar levantado.
Entonces, pasó él.
Pero esa, es otra historia.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La Soledad

Un día me pregunté qué era la soledad.
Pensé que era la ausencia de personas pero siempre tengo a alguien cerca, asi que eso no debía ser.
Es la ausencia de alguien en mi cama, me dije.
Eso se subsana. Y cuando se fue a su casa... uno sigue sintiéndose solo.
Tambien pensé que era tener muchos amigos.
En realidad tengo pocos amigos que han estado durante los malos momentos y esos se cuentan con los dedos de la mano.
Tengo muchas amistades. Si. Amistades con quienes he compartido momentos muy gratos.
Han sido largas charlas compartiendo un mate lavado y frío pero que nadie se atrevía a rechazar para no interrumpir la conversación.
Si, en esos momentos me he sentido menos solo.
Mas aun permanece una sensación vaga en mi interior que me dice que no importa quién esté a mi lado ni en qué dios crea yo.
En definitiva seguiré estando solo.
Siempre habrá una visión donde la soledad es una especie de rodearse de algo, alguien o un ente.
Pareciera ser que hay que rodearse de cosas (tener), de personas (pertenecer) o tener una creencia (elevarse) que le haga focalizar su mente fuera de sí y depositarla en una tercera parte, persona o lugar.
Y aun sigo preguntándome cómo corporizar la soledad y así, de una vez por todas desterrarla de mi vida o darle un beso y tomados de la mano ir juntos el resto del camino.

Publicado el 09-07-2008

lunes, 28 de julio de 2008

Crónicas de Tierra Adentro VI - Bona Fide

Alcorta, 1988.
En aquellos entonces yo visitaba regularmente a mi padre, viviendo en casa de su hermana, Emilia Maite.
Ella me trataba como una madre. No puedo quejarme.
Yo llegaba por la madrugada de los sábados y ella, diligentemente, se levantaba a abrirme la puerta. Siempre con una sonrisa.
Así cada vez que la he visitado. Nunca se lo agradecí lo suficiente. Y ya no podré.

Ella se levantaba todos los días a las seis de la mañana. Sin importar si fuera sábado o domingo.
En su rutina ella tenía la costumbre de tomar unos mates y luego pasar un trapo por toda la casa que aun hoy me pregunto para qué, si estaba reluciente.
Apenas entrada en calor, abría la puerta de la cocina que daba al patio (la otra daba al pasillo lateral) y se dirigía prestamente al lavadero.

Cuando me levantaba al promediar la mañana, ya tenía mi ropa limpia doblada y planchada a los pies de la cama, sobre una silla.
Mi desayuno no se hacía esperar. Nunca supe cómo ella sabía que me había levantado y siempre tenía mi taza de café con leche aguardándome sobre la mesa, acompañado por media docena de tostadas que con devoción ella había preparado sólo para mí.

Llevaba unas dos semanas trabajando en el pueblo, cuando una mañana me preguntó casi como al descuido:
- Che, José, ¿no tenés otra ropa?
- No, Tía. Es la que traje en el bolso. ¿Por qué?
- Es que estás usando la misma ropa desde que llegaste y van a pensar que somos pobres...
- Sí, claro. - dije y me fui a hacer mis cosas.
Esa tarde, casi al anochecer, pasé enfrente de Deportodo y recordé la conversación de la mañana.
Sin dudarlo entré al negocio y comencé a elegir ropa deportiva como para cubrir los días que me restaban en el pueblo antes de regresar.
Al dirigirme al mostrador de la caja, palpé mis bolsillos y recordé que Emilia había lavado mis pantalones y mi billetera había quedado en la casa.
Con no poca vergûenza dije al encargado:
- Por favor, guardame todo esto hasta mañana porque me olvidé la billetera.
- Llevátelo - contestó de inmediato.
- Es que no traje plata y mañana a la mañana vuelvo y te lo pago.
- Sí. Llevátelo - insistió.
- A ver - dije procurando encontrar mi tono más amable - es que me olvidé la billetera en casa y no puedo pagarte ahora. Pero mañana me lo llevo. Seguro.
- Sí. Ya me dijiste. Llevátelo - repitiendo su oferta.
- Pero no voy a pagártelo ahora.
- No.
- Y querés que me lo lleve.
- Si.
- ¿Y cómo sabés que voy a pagarte?
- Mirá - dijo con una sonrisa digna de publicidad de dentífricos - vos sos el hijo de José, que tiene un Volvo.
- Sí.
- El viene siempre a tomar su cognac al Club Unión. Tu tío es Mario, que vive acá a la vuelta.
- Sí.
- Si no venís vos mañana, seguro viene tu papá en la semana y me trae la plata.

Me fui del negocio comprendiendo lo que significaba tener un nombre limpio, con una buena reputación. Eso merecía el crédito.
Y también el significado de la expresión Bona Fide (Buena Fe).

sábado, 26 de julio de 2008

Hoja de Vida - Ni pérdida ni sensación de pérdida

Ana María y yo llevábamos un año saliendo como amigarches o amigos con derecho a roce (así se le dice ahora).

Nos veíamos regularmente dos veces por semana. ¡Y qué veces!

Una noche nos sentamos junto a la mesa a conversar como siempre lo hacíamos.
Ella era inteligente.
Una flaquita con toda la onda y extremadamente práctica.

Así que, mirándome a los ojos, me dijo:
- Tenemos que hablar.
Encendí un cigarrillo porque siempre que alguien habia comenzado la conversación con esa frase... había terminado mal (para mí, claro).
- Ahá. Te escucho.- Y le di una pitada larga como para tomar tiempo.
- Estoy saliendo con tres muchachos - Me soltó sobre la cara como un baldazo sobre la vereda, a la hora de la siesta. - ¿Te jode? - Preguntó como si yo tuviera alternativas.
Y la puta, no tenía. Si le respondía que sí, la respuesta era más que obvia. Y yo no estaba dispuesto a perderla.
Si le decía que no... pues ajo y agua. A joderse y a aguantarse.
Le dí otra pitada al cigarrillo que a estas alturas parecía una mecha rápida.
Ella me miró a los ojos con esa mirada que parecía excavar en mis pensamientos.

Atenta a mi silencio prosiguió:
- No debería joderte. Pero si te jodiera, bueno... siempre podemos seguir siendo amigos.

Zás! Esa era la frase que no quería escuchar: "Siempre podremos seguir siendo amigos". O sea... de coger ni hablar.
Le dí otra pitada. Esta vez, ansioso por escuchar su propuesta. Saber dónde carajo terminaba la punta de ese ovillo que se desmadejaba delante mío, que observaba con atención, estupor y pánico. Pánico por perderla. Porque estaba cómodo. Sí. Nos veíamos dos veces por semana y estaba todo bien. ¿Para qué cambiar lo que funcionaba perfecto?.

Ella retomó la conversación, a estas alturas más bien devenida un monólogo.
- No tenés motivo para que te joda. Porque no tuviste ni pérdida ni sensación de pérdida.
- ¿Y cómo sería eso? - Me animé a preguntar.
- No tuviste pérdida porque tus dos días los tuviste siempre. No te quité nada. Y tampoco tuviste sensación de pérdida porque cada vez que nos vimos ni siquiera pensaste que había cambiado algo.
- Es verdad. No percibí siquiera que salieras con alguien más. ¿Cuánto tiempo llevás saliendo con los tres?
- Un año.

Carajo, un año!! Ya a estas alturas no sabía si yo había sido el primero, por lo cual debería haberme ofendido, o si habia sido el afortunado tercero que estaba disfrutando de un bien ajeno.

- No. No me jode. - Dije como si nada pasara. Y apagué el pucho.


Seguimos por un año más.
Después ella se mudó a Ballester, a casa de sus padres.
Con el tiempo perdimos el contacto.
Nos encontrábamos ocasionalmente por distintos motivos.
Hasta que un día dejé de verla (y ella a mí).
Llamé a su casa y me atendió una voz familiar.
Me hice el serio y pregunté: "¿Está Ana María?"
- ¿Quién habla? - me preguntó una voz sorprendida.
- José Luis. Un amigo - Y esperé ser reconocido aunque más no fuera por el nombre.
- Ana María murió hace dos años. Soy la madre. - Sentenció lapidariamente la voz.
Y desde ese entonces recuerdo cada conversación que tuve con ella.

Escrito en Julio de 2008 en memoria de A.M.F.

sábado, 28 de junio de 2008

Amanecer

La vida se va esfumando
Y aunque mucho he de querer,
Nadie ha ya de volver
A ver quién está llorando.
Ya pocos vamos quedando
Sin escapar al dolor.
Ver partir a nuestro amor
Es amordazar el llanto,
De la hiel sentir el sabor,
Y escurrirse nuestro fervor
Por querer seguir caminando.
La bruma te va rodeando
Con un blanco remolino.
­Qué lejos de mi camino
Tus pasos te van llevando!
Tu nombre quedé gritando
En esa mañana fría.
No hay calor en mis días,
Mi suerte es andar errando.
El tiempo va congelando
Hasta el calor de tu piel.
Y a tus labios sabor miel
De a poco voy olvidando.
­Qué poco me va quedando
De aquello que quise tanto!
A veces te estoy hablando
Y Tú ya no estás escuchando.
Mi llama se está apagando.
Mi cuarto está oscuro y sombrío.
Acaso no llegue el estío,
Ya no he de seguir soñando.
De a poco voy marchitando
Como un viejo árbol, sin fuerza.
Nadie que al destino tuerza,
Nadie me está ayudando...
Ya Febo está asomando
En esta cansada ciudad.
El manto de oscuridad
De a poco se va rasgando.
El viento se va quejando
En cada árbol, de su dolor.
Yo sólo siento el ardor
Del fuego que va quemando
Recuerdos que van pasando,
Recuerdos de aquel amor...

Escrito en el invierno de 1987 para L.S.O.

Adios

Hoy me detuve a meditar...
Hice caso a tus últimas palabras,
Hice un alto en mi rumbo
Y por fin me puse a pensar...
Con mi dolor más profundo,
Con mi ígnea y mayor ira,
Hoy escribo estas líneas
Que se esfuerzan o que intentan
Desterrar una mentira.
¿Es mentira que yo existo?
¿Es mentira que no estás?
El amor que nos tuvimos,
Ese tiempo que vivimos,
¿Esto es obra de Mefisto?
¿Es mentira y nada más?
A pesar que mi insanía
Comenzó al conocerte,
Hoy acabo de perderte...
Hoy comienza mi agonía.
Y si acaso meditaras
Tus palabras más hirientes,
Prefiero me desollaras
Por perder nuestra simiente.
Cuando supe las malas nuevas
Trepidaron mis cimientos.
¿Hay acaso mayor prueba
De mis nobles sentimientos?
Bien recuerdo tu mirada
Recargada con dulzura.
¿Es que toda esa ternura
Nunca estuvo equiparada?
Es posible que un abismo
Separara nuestras vidas.
Y no sé en qué medida
Ayudé con mi mutismo.
Quise atrapar al Sol
Entre tus pétalos, mi flor,
Quizá porque nunca supe
Rimar vida con Amor.
Quizá cegado por el fulgor
De un mejor pasar futuro,
Te perdí cual jugador
Porque para poder amar
No hace falta estar maduro.
Y aunque juntos caminamos
Una parte del camino,
Dios, quien escribe los destinos,
Ya planeó que juntos no muramos.
Señor, dime que no es cierto,
Dime que esto es mentira,
Dime que hay salida,
Dime que no estoy muerto...
Dime que ya no siento
Las llagas de mis heridas.
Señor, no quiero ya más comer
Del amargo fruto del saber.
Ya no quiero conocer
Si he de morir muy viejo.
Si ya tenía una mujer,
¿Por qué estoy solo en el espejo?
Es cruel la retirada,
Cuando queda atrás un sentimiento.
¿Por qué se nubla mi mirada,
Si no sé ni lo que siento?
¿Por qué mi cabeza da vueltas?
Hace horas que te escribo,
Y sólo surgen palabras sueltas.
Ya mi mesa está llena de hojas muertas...
Ya mi tiempo de hoy expira.
También las luces de la ciudad.
Quiero que tu adiós sea mentira,
Pero me duele que sea verdad...

Escrito en marzo de 1987 para L.S.O.

Hoja de Vida - Año

Ha pasado ya un año
De haberte yo perdido,
De buscarte confundido,
De vivir en el engaño.
De pensar que fuiste mía,
De olvidar como es tu risa,
De correr con mucha prisa,
De cantar tu melodía.
De abrazarme a las estrellas,
De buscarte entre la gente,
De amarte sin tenerte,
De querer seguir tu huella.
De llorar por tu partida,
De coserme las heridas,
De haberte desvestido,
De haber muerto en vida.
De haber acariciado tu cabello,
De vivir de fantasías,
De sepultarme en la bebida,
De recordar aún, aquello...
De creer que me querías,
De haber sido tan necio,
De sentir tu desprecio,
De soñar que volverías.
De caminar atardeceres,
De disimular mis emociones,
De ocultarme en los rincones,
De probar otras mujeres.
De haber sido tan cobarde,
De no haber ido a buscarte,
De no intentar reconquistarte
Cuando decidiste abandonarme...
Hace un año, ya ...
Que el Sol no brilla
Para mí.
Hace un año
Que me pregunto
Para que seguir
Sin Tí?
Hace apenas un año
Que no sientes nada...
...Por mí.

Escrito el 21-7-88 para L.S.O.

Castillo

Corre el tiempo mientras fumo.
Cansada está mi premura.
Ausente está mi cordura,
Estás presente en el humo.

Aquello que mi alma cobija
En niebla se desvanece.
Mis pies en la brisa parecen
Ir donde el viento dirija.

No lejos de éste lugar
Está aquel que quisimos.
Allí donde lo construimos
Recién lo he vuelto a encontrar.

Nunca nuestros pequeños
Habrán en sus patios jugado.
Quedó vacío, desvencijado,
Como una casa sin dueño.

Aquellos sueños de niños
Reflejaban sus espejos.
Allí, llegar a viejos,
Quiso nuestro cariño.

Con ventanas y cristales
Adornaba su presencia,
Pero toda su existencia
Sucumbió a los vendavales.

Era cálido y sencillo,
Moldeado con sentimientos.
Ya no están ni los cimientos.
...Era un hermoso castillo.

Escrito en el invierno de 1987 para L.S.O.

Helada

Anoche hubo una helada.
Algo malo ha ocurrido:
Con mis flores ha barrido,
De mi jardín no queda nada.

Aún no logro comprender.
No hay palomas, ni su arrullo,
Y a Tí, mi pequeño capullo,
También te tocó fenecer.

Amaneció cubierta mi tierra
Con un manto blanquecino.
Hay castigo en mi camino,
Siento el dolor de la guerra.

Un desierto es mi morada.
Hay un vacío profundo.
Naufragué, sé que me hundo
Y he de caer por la cascada.

En un mar de turbulencias
Confundida está mi mente,
Y aunque calma aparente,
Va por dentro mi demencia.

No me ayuda mi ciencia
Y saber no es suficiente.
He vivido hasta el presente
Sin jamás pedir clemencia.

A través de los cristales
Miro todo lo vivido
Y me hace llegar al olvido
El ahogar todos mis males.

Te sostengo entre mis dedos,
Mi capullo ya sin vida.
Mi existencia está perdida,
Estoy solo y tengo miedo.

Amargo sabor de hiel
Siento aunque apartarlo trate.
También tengo algo que late
Y lo siento bajo mi piel.

Mi mano tu cuerpo reúne.
Tu esencia ya no contiene.
Mientras tu recuerdo viene,
Va flotando tu perfume...

Escrito para L.S.O. en 1987

Como el agua

Eres como el agua
Que entre mis manos
Corre fresca, cristalina, limpia, pura.
Como el humo que puedo ver
Pero no atrapar.
Como la suave brisa
Que mece mis cabellos
Y acaricia tus sienes
Puedo sentirte.
Como un relámpago
Iluminas mi camino oscuro,
Y te vas leve, tenue y silenciosa
En la noche que me circunda.
Cuando beso la tersa superficie
De tu rostro
Creo que edén y realidad
Son uno solo.
Cuando entre mis brazos te tuve
Te vi frágil y hermosa
Como la delicada porcelana.
Cuando por azar tus labios
Y los m¡os se rozaron,
La sangre se agolpó en mis venas
Y mi corazón redobló su latir.
Sent¡ muchos deseos de gritar
Que te necesito,
Que me eres indispensable,
Pero es en vano ...
Puedo tocar tu suave cabellera
Sedosa y juvenil y sin embargo
Todo esto ser sólo el dulce
Y fugaz recuerdo
De unas pocas vueltas de calendario
Que juntos hemos vivido.
Por todo esto digo que eres
Como el humo que no puedo retener,
Como el agua que escapa entre mis dedos
Que infructuosamente tratan de evitarlo...

Escrito para A.S. en invierno de 1981

lunes, 9 de junio de 2008

Luis

La noche estaba húmeda y oscura. Guardé las llaves en un bolsillo y me
dirigí hacia la avenida con paso firme y decidido; Al llegar a la
esquina noté lo desiertas que estaban las calles. Miré el reloj:
apenas eran las 03:00 hs.-

Hacía frío y me levanté el cuello de la campera.
Crucé la avenida y al llegar a la esquina lo vi como esperando al colectivo.
Lo reconocí enseguida.
Me acerqué a él diciendo: ¡Luis, qué alegría verte!.
¿Qué hacés por acá y con esta noche?.
Me miró sin decir palabra, pero noté algo extraño en su mirada.
Era una mirada serena pero a la vez vacía y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Abrió su boca como para decir algo, pero quedé petrificado por lo que ví:
Agudos caninos sobresalían entre sus no menos afilados dientes.
Noté que sus gruesas uñas parecían garfios y un oscuro vello recubría sus manos.

Reaccioné de inmediato.
Lo empujé y, mientras él caía, comencé a correr hacia la otra esquina, más iluminada.
¡Dios mío!, me decía en voz alta intentando darme fuerzas.
¡Esto no puede ser cierto!, repetía una y otra vez.
Mientras corría, escuchaba tras de mí al pesado jadeo de Luis o como quiera que se llamara la cosa que me perseguía.
Mis pulmones parecían estallar y el aire helado taladraba mi garganta con cada bocanada.

Al llegar a la esquina, casi me atropella un auto que, por esquivarme, chocó contra el semáforo.
Quise pedirle ayuda, pero no podía perder tiempo y seguí corriendo hacia la próxima avenida. Pronto me llegaron los gritos de desesperación de aquel infortunado hombre.
Aquella cosa estaba dando cuenta de él.
Aproveché el momento para ir hacia la avenida.
Alguien me vería y, con suerte, conseguiría ayuda.
Sentía en el pecho el latir atropellado de mi corazón y me reproché fumar tanto.
Ya no escuchaba más que el ligero pisar de mis zapatillas y me detuve.
Miré hacia atrás y me alegré de no ver a aquella cosa espeluznante.
Respiré pausada y profundamente para recuperar el aliento.
Caminé los últimos metros hasta la avenida y allí, con una sonrisa de triunfo en los labios, estaba esperándome.
Quedé petrificado del terror.
Sentí cómo se cerraba mi estómago y el último latido se enfriaba en mis venas.
Fue demasiado rápido para mí y se me arrojó encima.
Quise luchar con él, pero el peso de su cuerpo aplastaba mis brazos y no podía sacármelo de encima.
Sentí su aliento y no pude evitar que me mordiera el cuello...

-¡Ay!, ¿¡Pero qué te pasa, José!?, me preguntó Alicia mientras la miraba con mis ojos desorbitados, apartándola de encima mío.
Me había quedado dormido. Menos mal, suspiré mientras me vestía.
-¡No sabía que tenías el cuello tan sensible!. Se excusó. ¡Bueno, pensé que te gustaba!. ¡No te muerdo más!. ¿Pero, qué hacés, te vas?. ¡Por lo menos, decime chau!.
-No pasa nada, dije. Voy a tomar un poco de aire.
-¿Seguro que no te pasa nada?.
-Seguro. No pasa nada. Y con ello cerré la puerta.
Bajé del ascensor y encendí un cigarrillo.
La noche estaba fría y húmeda.
Caminé hasta la esquina, y doblé hacia la avenida.
Ni un alma en la calle.
Corría una ligera brisa que comenzaba a dispersar la neblina.
Al cruzar, lo vi como esperando al colectivo...

17-07-89 / 03:05 hs

NOTA:
Colectivo = Autobús

martes, 27 de mayo de 2008

La enredadera

Juan regaba con pasión cada cosa que hacía.
Sólo vivía para ponerle ganas a todo.
Y como todo aquel que pone ganas es motivador, Juan vivía motivando a los demás.
Fue como un viento inflando velas, impulsando sueños ajenos que florecían al calor de los sueños propios. Cada vez que hablaba, sus palabras inspiraban ideas, acariciaban el espíritu soñador de muchos y los más pragmáticos se enorgullecían de poder tildarle con el mote de "lírico" a aquel soñador que hacía y decía.
Así, soñando y estimulando a los demás, fue que conoció a María.

Ella era como una princesa de cuento. Encerrada en sí misma vio la luz filtrarse por la almena de su torre donde se había recluido de los demás.

Juan se la cruzó una noche que decidió ir a bailar. Miró sus curvas apetecibles y se entregó a la tarea de convencerla de salir de su ostracismo para acompañarlo a volar.
María se dejó llevar por la idea y el amor que Juan supo cultivar en ella.

Fueron a vivir juntos y finalmente se casaron.

Entonces ella comenzó a crecer.
Y en su crecimiento echó raíces dentro de Juan.
El sólo miraba por los ojos de ella y pronto los pensamientos de Juan fueron la savia que corría por sus venas.
Ella le abrazaba y cada vez más él sentía que su corazón rebosaba felicidad.
Asi fueron danzando en el acoplarse uno al otro hasta que El fue la maceta de los impulsos de ella.
Y sus raíces fueron el sustento de ambos.
Juan abrió las ventanas y el aire acarició los cabellos de María, quien lo abrazó con sus zarzas.
Cada vez que llegaba a casa le costaba salir porque aquella mujer era el oxígeno de su respirar. Suavemente María le rodeaba con sus brazos y las hojas de sus palabras tapizaron sus oidos.
Lenta y persistentemente cada ramita de María proporcionaba a Juan el descanso de cada noche, el impulso vital de cada día.
Un día los vecinos ni siquiera notaron la ausencia de Juan.
En su casa ahora había una hermosa enredadera y Juan dormía plácidamente envuelto en ella.

domingo, 25 de mayo de 2008

Sobre las supernovas y los agujeros negros

Según las teorías matemáticas, las supernovas son "fuente" de radiación y a partir de ellas recibimos rayos cósmicos, meteoritos, radiación del espectro visible e invisible, etc.
Las supernovas son estrellas que, llegado un cierto punto, colapsan estallando.

En el otro extremo, tenemos a los agujeros negros. Teniendo una atracción gravitatoria exacerbada son una fuente de atracción para todo aquello que caiga en su campo magnético. Según las mismas teorías matemáticas constituyen "sumidero" del universo.

A todo esto, cada vez que un caballero siente que va a explotar, procura un agujero negro.

Es indudable que en el Universo hay cosas que son invariantes.

viernes, 23 de mayo de 2008

Pax e Amore

En cierto pueblo vivía una señora.
Desde que la gente tuviera memoria, esta señora había vivido entre ellos.
Una señora dulce, de mirada serena, gustaba de criar pájaros a los que celosamente protegía de todo infortunio.
Tal era su dedicación que llevaba dondequiera que fuese a dos de ellos en una hermosa jaula que transportaba sobre su cabeza para que no sufriesen daño.
Estos eran sus favoritos y los llamaba Pax e Amore.
Una parejita que trinaba feliz dentro de aquel recinto.
Un día tropezó y la jaula cayó de su cabeza, liberándolos.
La jaula se abrió, ambos quedaron en libertad y la señora, desesperada, los buscó en todas partes.
Aun hoy los habitantes comentan la desgracia:
- Pobre señora! ha perdido a Pax y Amore!
- ¿Cual señora? - Preguntaban los curiosos.
- Esa, a la que se le volaron los pájaros!!
- Aquella que tenía a los pajaritos en la cabeza?
- Sí. Pobre... nunca tuvo otra cosa.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Hoja de Vida - Durante la siesta

Domingo. Día de otoño.
Hacía poco se habían casado y (por fin!) habían podido volver al pueblo a visitar a los padres de Ella.
Ella, una señorita toda modosita que se consumía en llamas cada vez que él la tocaba.
El, un flacucho con cara de nada y barba de militante izquierdoso, que vivía en llamas.
Ella usaba unas faldas brevísimas y tenía la costumbre de agacharse de improviso a levantar algo del piso... sin flexionar las rodillas.
El, que usaba los jeans bastante entallados tenia problemas para ocultar el efecto que le causaba tal conducta de ella.
Supongo que la suegra habrá adivinado lo que pensaba porque cuando por fin pudo despegar la vista de aquella visión celestial, se cruzó con los ojos de "la suegri", quien se sonreía no exenta de cierta picardía.

El almuerzo transcurrió dentro de lo que podía esperarse: Una buena mesa con buena comida y chistes de campo. El suegro, hombre trabajador, había vuelto del campo con lo acostumbrado: leche recién ordeñada, unos huevos, fruta recién cortada y unos chorizos de campo que había elaborado la última vez que facturaron un cerdo.
Se dio por finalizada la comida y todos se prepararon para el segundo acontecimiento más importante después de levantarse: La Siesta.

El se acostó primero, instado por Ella, quien se quedó a lavar los platos junto con "la suegri".
Para cuando fue a la habitación (a oscuras), El ya roncaba.

Se quitó la ropa y, con todo el amor de novia recientemente devenida esposa, decidió no despertarlo y ocupar un lugarcito a su lado.
Apoyó una rodilla en el borde de la cama y, con toda la suavidad que pudo, extendió su otra pierna por encima de él casi montándolo.
Cuando giró para tomar las sábanas (a su espalda) sintió las manos de El, que la tomaba de la cintura, recorriendo su talle.
Le desabrochó el sostén pese a la (fingida) resistencia de Ella.
Esas lunas cayeron como dos gotas de merengue sobre su pecho y el las saboreó con lentitud.
Ella soltó su rodete. El cabello rodó cubriendo la espalda, envolviendo la cabeza de El.
Ella lo abrazó, frotándose contra su boca abierta y húmeda.
Sus rosados botones se erigian en mojones de una tierra sedienta de mimos.
Le abrazaba la cabeza, despeinándolo, tallando cada parte de ella, guiándolo donde arreciara su deseo.

Las manos de El recorrían la blanca espalda de Ella cual invidente reconociendo a una escultura tibia y palpitante.

Subía y bajaba sus dedos al recorrer la espalda. A veces acariciaba cerca del centro casi en la columna, provocando que ella se enderezara y suspirara, deleitándose.
Se detenía en la cintura, perfilando las suaves protuberancias de sus caderas, ansiosas de su presencia.
Ella, sintiendo frío, tomó la camisa de El y se la puso para cubrirse.
Aprovechando que ella tenía los brazos en alto, El la puso de espaldas y se encaramó.
Ella separó las rodillas para cobijarlo.
El aliento entremezclado de ambos se enredaba con sus lenguas, que jugaban una persiguiendo a la otra.

Ella sentía un segundo corazón de El latiendo allá abajo, apenas contenido por la única prenda que El vestía.

Subió sus piernas hasta que sus pies llegaron a la altura de la cintura de El y, con los dedos enganchó la prenda interpuesta para bajársela hasta donde pudiera.
El sintió la libertad y rozó las piernas de Ella con aquello que ambos esperaban envolver en esa funda que se ofrecía apenas cubierta por una minúscula prenda.
Bajó una mano y la deslizó debajo de ese paño ya humedecido.
Ella se arqueaba debajo de El y, rodeándole el talle con sus brazos, se agarró de los hombros para poder apoyarse en los talones y frotarse contra el objeto de su deseo.
El buscó entre los pliegues hasta que encontró la cereza y hundió su dedo medio arrancándole un gemido contenido. Ella se contorsionaba como en un estertor de muerte. El iba y venía dentro de la seda que acariciaba su dedo.

La respiración de Ella se volvió irregular y entrecortada.

El retiró lenta y suavemente el explorador y acarició la cereza con la dedicación de quien pule un espejo.
Ella apretaba sus párpados como si sus ojos se hubieran retraído para mirar por dentro. El cerró los suyos para dejarse invadir por el exquisito aroma emanando de aquella mujer embriagadora.
Ella lo besaba mientras se frotaba con todo el cuerpo, incitándolo.
Finalmente El removió el último obstáculo que los separaba.

Ella abrió las puertas de su nido para hospedarlo.

El segundo corazón recorrió las inmediaciones del estrecho habitáculo que le esperaba humedo y tibio, palpitante.
Ella suspiraba y al final de cada exhalación dejaba escapar un tenue gemido reclamando el remedio para su ansioso estado.
El apoyó su redondeada y firme anatomía sobre la cereza y la frotó como brindando por lo que harían. Ella estaba inconteniblemente trémula. Su boca era un volcán donde habitaba una serpiente que buscaba la que se escondía en la boca de El.
En ese momento El decidió concederse el gusto de deslizar en el interior de aquel recinto tan cálido y contenedor.
Ella elevó sus caderas para apresurar la reunión de sus llanuras pélvicas.
El, apoyándose en sus rodillas, hizo fuerza para frotarse contra Ella.
Ella a su vez hamacaba sus nalgas hacia los lados trazando un óvalo en torno al palpitante eje que la conmovía.
El, cada vez más, presentía que el desborde era inminente y sabía que si Ella no llegaba a la cima antes que El, luego el esfuerzo no alcanzaría para remontar lo que dejara inconcluso.
Asi que decidió reducir sus impetuosos movimientos hasta que Ella latiera y le hiciera sentir que lo había logrado.
Ella apretó sus piernas y lo abrazó casi inmovilizándolo.
El se convenció que había llegado su momento y con unos pocos y vigorosos movimientos estalló muy profundamente dentro de Ella, con una fuerza tal que unía satisfacción con agotamiento.

Estaba justo en medio de esa tan especial y rígida posición, cuando la claridad invadió el ambiente mientras escuchaba a sus espaldas la alegre voz de "la suegri":

- Chicos...! Vienen a tomar mate?

Desde ese día, "la suegri" no volvió a entrar a la pieza sin anunciarse.

lunes, 19 de mayo de 2008

Hoja de Vida - La cucharita

Viaje de larga distancia. En colectivo.
El, del lado de la ventanilla. Ella, del lado del pasillo.
- (Ella, en voz baja) Dejá de tocar!
- (El, también en voz baja) Pero me gusta....!

Debido a que habían encendido el aire acondicionado, El sacó un par de abrigos del bolso.
La conversación se desarrolló siempre en voz baja o digamos que casi un susurro, como en el cine.
Hacía poco habían cenado.

- Qué hacés?
- Por si tenés frío.
- Si no te viera los ojos te creería.
- (risitas)
- Che! que se van a dar cuenta!
- Dejá de cacarear que los vas a avivar vos.
- Vas a terminar calentándome.
- Y qué?
- Que no podemos hacer nada.
- Quién te dijo?

Al rato ya casi todo el mundo se había entregado a los brazos de Morfeo.

- Dejá de insistir, te dije que no podemos!
- Prestame la mano. Dale.
- Pero qué HDP! Cómo podés estar así? A ver...
- Uffffff!!!! Así, así, nena.... ay, guarda con los dientes.... Noooo... no pares... Qué hacés?
- Vos calentaste el agua y mojaste la yerba. Poné la bombilla.

Así que muy despacito, cuidando de no hacer ruido (bastante difícil a estas alturas), él le dio lo que tanto quería. Había que entrar con suavidad y contener la respiración, lo que dada la situación era bastante difícil. Evitar que se despertaran los demás pasajeros era una "misión imposible".
El sintió las redondas curvas de ella bajo los abrigos y sus instintos promovieron la invasión de sus carnes. Exploró con la dedicación que un alpinista busca una grieta donde afirmar sus grampas. Ella curvó su espalda y le acercó esas nalgas que tan buena forma tenían. El experimentó urgencia y la rigidez de su mástil reclamó lo suyo. Afirmó una mano en un hombro de ella y con la otra guió su acercamiento a la entrada. Ella presionó sus redondeces, instándolo a entrar.
El sintió el tibio calor de su cuerpo y jugó en la puerta hasta humedecerse aun más.
Ella casi temblaba y cada roce le provocaba un estremecimiento cada vez mayor.
Finalmente, presionó con suavidad y, deslizándose dentro de ella, se acurrucó sobre esa espalda temblorosa.
Con la mano que había puesto en el hombro decidió abrazarla.
Y su mano libre, tanteó hasta afirmarse en la cadera de ella.
Jugó con sus propias caderas lentamente para poder darle un tierno empujoncito al llegar a fondo.
Ella temblaba y sus nalgas acompañaban cada golpecito, produciendo un movimiento cada vez más rítmico. El se movía acompasadamente hasta que ella apretó fuertemente sus piernas, se puso muy rígida y le abrazó a ese brazo que cruzaba por el pecho. El se quedó quietito y la abrazó hasta que ella se aflojó.
Le dio unos pocos movimientos, esta vez más firmes, decididos y profundos hasta sentir que una erupción desbordaba dentro de ella. Se unió a esas nalgas todo lo que le fue posible y dejó que las contracciones llevaran su explosión al interior de ella quien, receptiva, aceptó la carga que sintió llegar tan dentro suyo.
Estuvieron así por bastante tiempo, abrazados, hasta que sintieron la necesidad de vestirse.
Ella tomó una servilleta de papel, la dobló y se la puso "ahí". Finalmente subió su pantalón y acomodó su cinto para poder caminar hasta el baño.
El guardó todo en su slip y, cuando se subía los pantalones, escuchó a una señora mayor que le decía desde el asiento de atrás:
- Oiga! Cuándo van a quedarse quietos?