Hace años (1996) mi amigo Daniel y yo tuvimos una oficina en Floresta.
Regresábamos juntos casi siempre a las 21hs por Av. Rivadavia.
A la altura de Boyacá cruzábamos las vías y él tomaba por una calle (ahora contramano) paralela a las vías del FFCC Sarmiento. Hacía 2 o 4 cuadras y luego doblaba para cruzar Av. Avellaneda.
En ese recorrido un día fuimos más tarde (serían las 22.30hs) y me sorprendí con las virtudes de las damas, ofrecidas a los choferes que se animaran a pagar la tarifa.
- ¡Mirá todo eso! - señalé extasiado todo lo que la dama ofreció casi en bandeja.
- Esas son unos bagayos.
- ¿Te parece?. Mirá todo lo que tiene arriba - en referencia a dos melones apenas cubiertos por la musculosa de una rubia con cabello cortísimo y físico de gimnasio.
- ¿Querés ver minas buenas? - ¿Más lindas que éstas?
- ¡Seguro!
- Mirar no cuesta nada. Vamos.
En aquellos años se habló de la zona roja pero ni idea en dónde quedaba.
Daniel maniobró por Av. Godoy Cruz y redujo la velocidad para que pudiera apreciar "el paisaje".
Desde la calle saludaron unas féminas dignas del set de un estudio de filmación. Con ropas apretadas algunas, diminutas mallas otras. Con tangas y teteras, vestiditos provocativos, tapados arriba (era invierno) y casi nada abajo la mayoría, deslumbraron a quienes miramos la galería de envases como quien mira una góndola en el supermercado.
- Carajo, ¡¡mirá eso!! – Exaltado, comenté a Daniel.
Daniel sonrió al responder - Nene, son travestis.
- No puede ser!!!. ¡Mirá ese físico, esas curvas, esas gomas!
- Son travas – Se rió al desafiar - ¿Qué querés jugar a que son travas?
- Una coca.
- Bueno. Paremos ante el que se te ocurra y le preguntás vos.
- Hecho.
Sobre una calle paralela a Godoy Cruz le pedí a Dany que detuviera la marcha. Esa tenía que ser una mujer.
- Pará al lado de ésta - Ordené.
- Bueno - riéndose anticipadamente.
- Hola – hice una seña a la rubia que se acodó en la ventanilla - ¿cómo es el "negocio"?
Ella comenzó a hablar en voz baja y miró a Daniel porque yo ni la escuché. Me dediqué a mirotearla toda. Me concentré en sus muñecas, cuello, mentón, pómulos, cabello, cintura, tobillos, manos, en fin... todo aquello que pudiese delatar su naturaleza masculina.
Ya estaba convencido. Era una mina. Hecha y derecha.
- Ok - dije levantando la mano para que se callara - Pero vos sos nena, ¿verdad?
- No, papito, soy nene y con pitito.
Todavía me acuerdo y me brotan las carcajadas como aquel entonces, cuando Daniel tuvo que poner en marcha el auto porque yo no podia parar de reir.
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