viernes, 8 de agosto de 2008

Hoja de Vida - Mi primera vez

Omar y yo eramos las antítesis uno del otro: El era musculoso y atlético y yo... todo lo contrario.
Los amigos de la cuadra siempre nos burlábamos de su forma de caminar, como si fuera dando unos ligeros saltitos hacia los costados (como un gorila).
Un día yo salia de casa apurado para hacer las compras.
El venía apurado mirando para otro lado. Nos dimos un encontronazo de aquellos que hacen época. Ambos pedimos disculpas al otro por la torpeza propia.
Desde ahí nos hicimos inseparables.
Ibamos al gimnasio juntos, trotábamos por el boulevard "Segui" siguiendo al "Chino", su perro. Entramos a trabajar juntos en el "Hotel Europeo" y al final del primer mes... nos fuimos a debutar. Claro, ambos eramos nuevos en la ciudad y ninguno habia tenido tiempo ni plata para andar saliendo a bailar. Además el tenia 15 y yo 16.

Habíamos escuchado hablar de un lugar cerca de la estación de trenes Rosario Norte.
Eran épocas oscuras: 1978.
Dos menores no podían andar después de las 22:00. Había toque de queda.

Llegamos y se veia bastante oscuro en todo el lugar. Se llamaba Kon Kon (no sé si existirá aun).
Omar no quería entrar.
Me dijo:
- Entrá vos, y si te va bien, voy yo.
- No seas cagón.
- Vos sos el mayor, te toca dar el ejemplo. (jajajaajaj!!).

Asi que entré al lugar oscuro y a los tropezones, como ciego nuevo.

Mientras estaba tratando de aclimatar los ojos a la oscuridad, surgió una morocha mayor que yo, en buen estado. La "vieja" tendría unos 25 años.
Estaba bárbara.
Cuando me preguntó: "¿Querés charlar conmigo o con alguna otra chica?" miré rápidamente al conjunto y me dije "Ni en pedo con otra!", a lo que ella me escuchó decir: "Claro, con vos está bien!".
La mujer de la barra, una dama entrada en años, repitió su pregunta:
- Joven, ¿qué va a tomar?.
- Whiscola (whisky con coca cola, para quienes no sepan).
Pagué y me fui al sillón siguiendo cada una de las curvas de la morocha.
Había recibido mi sueldo esa tarde, como también Omar, quien esperaba pacientemente en la esquina.

La morocha percibió que yo la devoraba con la vista.
Abrió fuego:
- ¿cómo te llamás?.
- José Luis, le respondí.
Y sin darme tiempo a nada, cuando pasó una mujer tomando pedidos, ella le dijo:
- Traeme un whisky.
Mirándola como si ella acabara de matar al Papa, le pregunté:
- ¿Cuánto me va a costar esta conversación?.
Ella entró a sumar números como si fuera una operadora de bolsa.
La corté diciéndole:
- Tengo la mitad de esa cifra y eso incluye todos los gastos.
Lo pensó un instante, y sonrió.
Asi que ella hizo una seña a la gente de la barra y, tomándome de la mano, me llevó hasta un hotelito que estaba dando la vuelta a la esquina.
Allí le dieron una llave sin más preguntas.

Fuimos a una habitación que daba a un patio.
Ella fue al baño a arreglarse.
Mientras tanto, yo permanecía casi vestido porque no me animaba a quitarme toda la ropa. Entiéndase que nunca había estado desnudo delante de una mujer (excepto mi madre).
Ella salió en tanga y tetera. Y corriendo se metió en la cama.
Yo entré al baño, me miré al espejo y me di cuenta del cagazo que tenía.
Era la hora de la verdad.
Salí y cuando me detuve a los pies de la cama.... ella abrió las sábanas y me dijo:
- Vení, campeón.
La visión de todo eso que tenía debajo de toda la ropa surtió su efecto y me desvestí lo más velozmente que pude.
Nunca había visto a una mujer desnuda con tanto detalle como la que tenía enfrente.
Así que no tenía idea de dónde iría a comenzar la cosa.
La dejé hacer a ella.
Eso facilitó las cosas.
Al rato de darle, ella me preguntó:
- Sos lento, ¿verdad?.
- Si. Soy lento - respondí pensando que la mano era una cosa, y una mujer... otra.

Después de estar un rato bien largo dándole bomba, me di cuenta que no sabía cómo tenía que hacer para alcanzar el orgasmo.
Fingí "llegar" y me retiré, avergonzado.
Ella percibió algo y me preguntó: ¿Estás bien?.
- Es mi primera vez, le dije.
Me bañó en besos y me mimó como a un osito de peluche.
- Mi vida - me decía.
No sé ni su nombre. Pero no me olvido de esa noche.

Cuando salimos, Omar esperaba en la esquina con ojos expectantes.
Le hice un gesto típico con el pulgar levantado.
Entonces, pasó él.
Pero esa, es otra historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que relato tan tierno!
Pareciera, por la forma de contarlo, que aún conservas parte de ese chico tímido y pícaro a la vez.