viernes, 22 de agosto de 2008

Hoja de Vida - Todo sea por un amigo

Estábamos a mediados del año '87 y yo venía de una ruptura atroz.
No quería saber nada con nadie.

El "gordo" Carlos era alguien para considerar grande.

Un tipo robusto de 1,85m y unos 140 kg aproximadamente.
Al lado de él, yo me veía como un alfeñique esmirriado, con mi 1,78m y 64kg.

Tenía un Ford Falcon modelo '77 y trabajaba en Sistemas, en la planta baja de la Galería Jardín en la Ciudad de Buenos Aires, cuando en aquellos entonces no era aun el centro de la informática de la ciudad.
Nos había presentado "El Fenicio" y, debido a nuestra pasión por la informática, congeniamos enseguida.

El sábado por la mañana me llamó desesperado.
Tenía una cita esa noche, pero su chica le pidió que llevara a un amigo puesto que no quería salir sin su amiga del alma.

Entre nos, los hombres tenemos un código de honor que se respeta sin importar quién sea el caballero que nos pide el favor.

Así pues, en las cercanías de la pista de baile se acerca a uno un desconocido susurrándonos al oido las instrucciones:

- Macho, haceme la gamba (traducido al español estándar: Chaval, hazme un favor).
Y acto seguido, sin esperar respuesta pues sabe que siempre le dirán que si, prosigue:

- ¿Ves esas dos que están allá?. Bueno, la de la derecha es la tuya. Me llamo Julio y nos conocemos desde la secundaria en Villa Martelli. ¿Dale?. Ah, decime tu nombre - y nos estrechamos las manos, como caballeros.

Y así uno se convierte en el valiente domador que se lleva la fiera de al lado de la tierna palomita que se comerá el aprendiz de lobo feroz que requirió nuestra ayuda.
Luego, más tarde, cuando ya veamos que el lobo está encargándose de la palomita, nos despediremos para ir al baño y luego perdernos de la vista.
Misión cumplida.

Dada esa costumbre, puedo continuar con el relato.
¿Dónde estaba? Ah, sí. El "gordo" tenía una cita esa misma noche y yo debia acompañarlo para "sacarle el clavo".

Esa noche no tenía planes por lo que no le fue difícil convencerme.

Pasó a buscarme a eso de las 19hs.
Me explicaba los detalles de la cita mientras ibamos rumbo al barrio de Caballito, cerca de Balvanera, donde yo vivía entonces.
No paraba de hablar creo que presa de la excitación por saber que alguien iba a dejarlo a solas con su chica. Y ese alguien viajaba a su derecha, en el asiento del acompañante.

Llegamos a casa de su chica.
Quedé esperándolo en el auto mientras él se informaba si su dama estaba ya lista.
Regresó con una sonrisa atravesándole el rostro.
- Ya viene, termina de arreglarse y baja.
- Bueno, la esperamos.

A los veinte minutos de esperar escuchando la radio del Falcon, bajó ella.
También bajamos del auto para recibirla.
Dos caballeros hacen eso. Y nosotros lo éramos.

Generalmente cuando la dama que uno pretende lo vale, se justifica que uno use el recurso de "sacarse el clavo". Pero es bueno saber que es un recurso extremo.

Al parecer, el "gordo" usaba sus recursos dispendiosamente.
Paso a describir a su dama:
Bajita, no más de 1.55m, cabello castaño lacio con corte paje hasta los hombros, ojos oscuros y a juzgar por sus abundancias, creo que su mamá jamás temió que su bebé muriera por inanición.

Nos presentamos y fui a dar al asiento de atrás.
Ya estaba resignado a ser el acompañante de Moby Dick para que Dumbo y su amiga estuvieran tranquilos.
Viajamos a través de toda la ciudad hasta llegar al barrio de Belgrano o creo yo que era ése.
Al llegar la amiga del "gordo" bajó y fue a buscar a su amiga, la que sería "el clavo".

Cuando ella estuvo alejada unos metros del auto, y seguro que ella no nos escucharía, me preguntó:
- ¿Viste qué buena que está mi chica?

"Carajo, tendrías que comprarte anteojos, chango!" es lo que hubiera querido decirle, pero no podía herir sus sentimientos y más aun cuando a él (y eso era lo más importante) le gustaba.

- Está perfecta- le mentí.

Por supuesto, si ésa era la que estaba buena... ¡imaginate la otra!
La chica del "gordo" volvió al auto y se sentó.
- Dice que le tengamos paciencia, que está arreglándose y en unos diez minutitos más ya sale.

Dios Mío! me decía yo en el asiento de atrás. Tuvo una hora para prepararse desde que la amiga le avisó en Caballito que ibamos para allá. Y además de eso, ya sabía que saldríamos.
No quería imaginarme lo que sería el criterio del "gordo" para pensar en un "clavo".
Pero observando sus criterios de belleza, ya bien podía figurármelo.

A eso de las 21:15hs la amiga del "gordo" se había inquietado un poco y bajó del auto.
Volvió a los cinco minutos con su amiga caminando detrás.
Motivo por el cual no la ví.
El "gordo" y yo somos dos caballeros.
Así que bajamos para recibir a la nueva integrante del grupo.

Cuando la amiga del "gordo" se corrió del medio para dejarla ir al asiento de atrás, la vi:
Alta, curvilínea, rubia, cabello lacio, flequillo que caía sobre las cejas, labios rojos, un tapado negro sobre los hombros y enfundada en un pantalón entallado.

Salimos un buen tiempo.
Y cada vez que la iba a buscar a su casa, recordaba lo que una vez me dijo alguien:

- Lo que para unos es desperdicio, para otros es materia prima.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente, fiel crónica de una noche, repetida para varios, para usted con un haz de suerte, porque no decir de luz.

P.D: puede sacar la pelotudez de escribir las letras estas, al principio a mi me pasaba lo mismo en blogger..