viernes, 13 de enero de 2012

Hoja de Vida - Mi amigo Daniel T

A comienzos de los años '90 (1990) trabajé en una fábrica de materiales de construcción franco-belga.
Por mi especialidad tuve a cargo una sección menor (en aquel entonces lo era) que se llamó MicroInformática. Estuvo constituida por 3 IBM PC/XT y 1 clon PC-AT 286.

Mi jefe, el Ing. Cristóbal Mario P (todos lo conocíamos como Mario, a secas)., me instruyó para comprar una docena de PC y comenzar el equipamiento de escritorios. La intención fue aumentar la mecanización de entrada de datos: Más teclados, menos papel. Después comprobamos que se imprimiría tanto papel como antes, pero la intención fue buena.

En esos mismos días, necesitamos de ayuda en la programación heredada de una fusión anterior. También se mejoraría la calidad de los servicios de la Subgerencia de Sistemas (no había Gerencia de Sistemas, estaba todo bajo el mando del Controller) al cambiar el S/36 (léase Sistema 36) por un moderno AS/400.

Se me ordenó contratar a Daniel T. para ampliar y modificar algunos programas del S/36, programados en RPG II.

Acostumbrado a la forma de trabajar que siempre existió en Argentina, me ofreció un presente y lo rechacé. "Detesto que alguien cobre peaje por el trabajo de otro" - le dije.

Daniel T. tenía 42 años y había sido el arquitecto de todos los sistemas en funcionamiento.
Yo tenía 30 y mis sistemas habían sido mal pagados (o: nunca me los pagaron) o pequeños y sencillos.

En esas circunstancias lo conocí. Pelado, ojos vivaces, fumador compulsivo, 1m76, unos 90 kilos.

Después de un par de años de trabajar en el mismo ambiente, Mario se fue a otra empresa (fábrica anglo-holandesa de productos de limpieza) y con él también me fui. Pero a la calle.

Daniel T. me ofreció ser socio en su emprendimiento junto a Oscar D.
Acepté y trabajamos juntos un tiempo.

Entonces lo conocí de verdad:

- Dani, ¿por qué te compraste ese auto tan feo?
- José, yo tengo buen gusto. Lo que no tengo es dinero.

Cuando compró el auto, Daniel notó lo duras que eran las cerraduras de las puertas y lo mucho que costaba cerrarlas bien. Lo comentó con el vendedor y aquél le dijo: "Eso es lo bueno que tiene este auto, es muy duro y difícil romperlo".
Fue al servicio de los 10.000 Km cubiertos por la garantía de su auto.
Comentó al jefe de taller el asunto de las puertas.
- Eso es lo malo que tiene este auto. Unas puertas durísimas que tenés que cerrar a los golpes.

Un día ese auto se le detuvo en un semáforo. Un energúmeno le tocó bocina desde atrás.
Daniel bajó y le propuso:
- ¿Qué te parece si vos tratás de poner en marcha mi auto y yo te ayudo con la bocina?

Otro día, después de mucho maldecir detrás de un taxista vacío, logró ponérsele a la par en un semáforo. Bajó la ventanilla y le dijo con su mejor tono:
- ¡Qué bonito! ¿Vos te creés que los demás no tenemos apuro? Andás tranquilo por la derecha como si pasearas.
El taxista le respondió:
- Y Usted... ¿Cómo haría el trabajo?
- Tenés razón - y se fue.

Estábamos reparando una PC cuando vi que un tornillo puesto en un borde de la carcasa, se cayó.
- Daniel, se te cayó un tornillo.
- No se cayó. Lo tiré.
- No seas necio, lo vi caer.
- Lo tiré.
- ¿Vos pensás que soy ciego o estúpido?
- Prefiero pasar por hijo de puta y no por boludo.

Discutíamos sobre la mejor forma de asignar contraseñas a los usuarios.
Con toda soltura, Daniel dijo:
- Eso ya lo tengo resuelto.
- ¿Cómo lo hiciste?
- Uso un código Nemotécnico. Las primeras letras de una frase. Por ejemplo, al gerente del molino le asigné su clave y cuando se la dí me dijo que no podría acordársela: DPAD.
- ¿Y éso qué significa?
- Lo que él debería recordar: Debo Pagarle A Daniel.

Un día me enteré que un colega necesitaba empleo. Lo comenté con Daniel.
Sin dejar de sonreir, contestó:
- Gente que ofrece trabajo a cambio de dinero es la que sobra. Necesitamos gente que ofrezca dinero a cambio de trabajo.

Oscar y yo discutíamos la solución a un problema.
Se nos unió Daniel y escuchó con atención.
Al finalizar ambas exposiciones, lo miramos en interrogación.
- No sé cuál es la mejor solución - muy serio, nos dijo.
- ¿Cuál te parece la mejor? - quiso saber Oscar.
- Eso, ¿cuál es la mejor? - reforcé.
- No sé cuál es la mejor solución. Eso es lo que dije. No sé.

Compartíamos un café en Corrientes y Paraná (o cerca) cuando, desde dentro, pudimos apreciar el paso de una morocha alucinantemente buena.
- Pensar que hay un HDP que se come ese bomboncito todos los días - dije a Daniel.
- Hay algo peor que eso - respondió Daniel.
- ¿Qué puede ser peor?.
- Hay un HDP que le dice: "Hoy no tengo ganas".






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