El demonio de la electricidad se metió en los cables y, desde los enchufes, espía a los niños inquietos.
Sus ojos oscuros recorren la casa en seguimiento a los infantes. Dos ojos escondidos tras las ranuras de cada tomacorriente.
A veces pone en marcha la heladera o el lavarropas sólo para demostrar su poder y llamar la atención de los más pequeños.
Otras, lanza chispas a los objetos de metal.
Los días de tormenta suele abandonar las casas para pelear contra el demonio de la oscuridad, allá en el cielo, y se lo ve lanzar relámpagos entre las nubes. Por eso, muchas veces deja las casas a merced de la oscuridad mientras él se pavonea en los cielos.
La oscuridad llena las casas de noche y hace ruidos con las puertas y ventanas.
Es en general silenciosa, pero cuando hay niños adora asustarlos hasta que regresa la electricidad.
Ambos tienen su alimento que los mantiene vivos: la oscuridad se alimenta de miedo y la electricidad, de niños curiosos que tocan los enchufes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario