lunes, 19 de mayo de 2008

Hoja de Vida - La cucharita

Viaje de larga distancia. En colectivo.
El, del lado de la ventanilla. Ella, del lado del pasillo.
- (Ella, en voz baja) Dejá de tocar!
- (El, también en voz baja) Pero me gusta....!

Debido a que habían encendido el aire acondicionado, El sacó un par de abrigos del bolso.
La conversación se desarrolló siempre en voz baja o digamos que casi un susurro, como en el cine.
Hacía poco habían cenado.

- Qué hacés?
- Por si tenés frío.
- Si no te viera los ojos te creería.
- (risitas)
- Che! que se van a dar cuenta!
- Dejá de cacarear que los vas a avivar vos.
- Vas a terminar calentándome.
- Y qué?
- Que no podemos hacer nada.
- Quién te dijo?

Al rato ya casi todo el mundo se había entregado a los brazos de Morfeo.

- Dejá de insistir, te dije que no podemos!
- Prestame la mano. Dale.
- Pero qué HDP! Cómo podés estar así? A ver...
- Uffffff!!!! Así, así, nena.... ay, guarda con los dientes.... Noooo... no pares... Qué hacés?
- Vos calentaste el agua y mojaste la yerba. Poné la bombilla.

Así que muy despacito, cuidando de no hacer ruido (bastante difícil a estas alturas), él le dio lo que tanto quería. Había que entrar con suavidad y contener la respiración, lo que dada la situación era bastante difícil. Evitar que se despertaran los demás pasajeros era una "misión imposible".
El sintió las redondas curvas de ella bajo los abrigos y sus instintos promovieron la invasión de sus carnes. Exploró con la dedicación que un alpinista busca una grieta donde afirmar sus grampas. Ella curvó su espalda y le acercó esas nalgas que tan buena forma tenían. El experimentó urgencia y la rigidez de su mástil reclamó lo suyo. Afirmó una mano en un hombro de ella y con la otra guió su acercamiento a la entrada. Ella presionó sus redondeces, instándolo a entrar.
El sintió el tibio calor de su cuerpo y jugó en la puerta hasta humedecerse aun más.
Ella casi temblaba y cada roce le provocaba un estremecimiento cada vez mayor.
Finalmente, presionó con suavidad y, deslizándose dentro de ella, se acurrucó sobre esa espalda temblorosa.
Con la mano que había puesto en el hombro decidió abrazarla.
Y su mano libre, tanteó hasta afirmarse en la cadera de ella.
Jugó con sus propias caderas lentamente para poder darle un tierno empujoncito al llegar a fondo.
Ella temblaba y sus nalgas acompañaban cada golpecito, produciendo un movimiento cada vez más rítmico. El se movía acompasadamente hasta que ella apretó fuertemente sus piernas, se puso muy rígida y le abrazó a ese brazo que cruzaba por el pecho. El se quedó quietito y la abrazó hasta que ella se aflojó.
Le dio unos pocos movimientos, esta vez más firmes, decididos y profundos hasta sentir que una erupción desbordaba dentro de ella. Se unió a esas nalgas todo lo que le fue posible y dejó que las contracciones llevaran su explosión al interior de ella quien, receptiva, aceptó la carga que sintió llegar tan dentro suyo.
Estuvieron así por bastante tiempo, abrazados, hasta que sintieron la necesidad de vestirse.
Ella tomó una servilleta de papel, la dobló y se la puso "ahí". Finalmente subió su pantalón y acomodó su cinto para poder caminar hasta el baño.
El guardó todo en su slip y, cuando se subía los pantalones, escuchó a una señora mayor que le decía desde el asiento de atrás:
- Oiga! Cuándo van a quedarse quietos?

2 comentarios:

MASTER_MARAT88 dijo...

Maravillosa cucharita, es una narración que me mantuvo todo el tiempo en suspenso me hizo herizar desde la punta de la cabeza hasta la punta d elos pies.

La oportunidad de degustar tus maravillosos y ejemplares textos ya la habia vivido peor nada erotico hasta ahora, elemental que me hizo estremercer.

Marina dijo...

Bueno...lo iba a endulzar, pero, en este caso...

De todos modos, como sigo siendo muy desobediente...me gustó mucho el relato.