lunes, 5 de mayo de 2008

Fábula sin moraleja - La Sabana

Hubo un tiempo en que las cebras, los Ñus, gacelas, ciervos y demás animales salvajes vivieron en una gran pradera con un borde de abundantes árboles cuya sombra disfrutaron todos.

Un día se acercó por ese vergel un gran felino que comenzó a comerse a quien pasara por su vista.

Las cebras percibieron un gran peligro sobre los mansos comedores de pasto y llamaron a una reunión.
Todos menos el felino, claro, fueron a la asamblea.
De entre los oradores sobresalieron unos pequeños individuos que reían y sonreían a todos hablando con voz chillona y penetrante.
Hubo acaloradas discusiones acerca de los peligros llegados a su pacífica comarca y las medidas que habrían de tomar.
Muchos hablaron de emigrar a otras praderas menos amenazantes mientras algunos pocos hablaron de enfrentar al depredador.
Finalmente los risueños oradores convencieron a los demás sobre conversar con el felino para imponerle un cambio en su dieta.

Como ninguno de los temerosos rumiantes quiso arriesgarse a estar en presencia del gran masticador, los risueños se ofrecieron amablemente a representar al resto y hablar frente a frente con él.
La moción fue aceptada y todos votaron a favor de concederles la representación de toda la comunidad.

Se presentaron frente al depredador que se encontraba adormilado luego de un opíparo almuerzo.

- Ejem - tosió nerviosamente uno de los risueños - queremos charlar con Usted.
- Grrr... ¿Qué? - Inquirió el felino - ¿Quiénes son ustedes y qué quieren?.
- Disculpe mi falta de educación, mi nombre es Hugo Hiena y estoy a su servicio.
- ¿A mi servicio? ¿Interrumpes mi descanso para decirme esa tontería?
- Bueno, también debo decirle que temporalmente estoy al servicio de los animales de la sabana.
- Ajá, ¿y a mí qué me importa eso?.
- Que usted y nosotros podemos hacer un trato que resultará en beneficios para todos.
- ¿En serio? ¿Crees que he vivido estos años porque he necesitado ayuda?
- Si me concede un poco de su tiempo se lo explicaré.
- Tienes el tiempo que resta hasta que caiga el sol. Después de ese momento, serás mi cena.
- Seré breve.
Resulta que los animales han notado su presencia en esta zona y están muy preocupados porque su dieta incluye a alguno de ellos.
Muchos piensan en quedarse y seguir su vida siendo indiferentes a usted y su modo de vida, contentos de seguir pastando mientras que unos cuantos ya hacen planes para migrar a otras praderas y hay un importante grupo que desea hacerle frente y abonar la tierra con sus huesos. Por ejemplo, me enviaron para pedirle a usted que cambie su dieta y deje de comer animales.
- No puedo cambiar mi naturaleza. Te queda poco tiempo y está comenzando a darme hambre.
- En realidad eso es lo que ellos proponen, pero mi servicio puede serle vital.
- Mmm ejemmm... y ¿cuál es el servicio de tu ayuda?
- Que mi gente y yo podemos evitar que ellos le ataquen. Usted elije al animal que le gusta más y nosotros lo dejaremos aislado y desprotegido como para que usted pueda tener una buena caza y sin mucho esfuerzo.
- Suena tentador. ¿Qué quieres a cambio?
- Que nos dejes los jamones. Es nuestro plato favorito.
- ¿Y por qué ustedes mismos no cazan?
- Porque ellos son más veloces que nosotros y además mucho más fuertes. No tendríamos oportunidad excepto que alguien consiguiera aislar alguno para nosotros.
Al final nos echarían de la sabana y también seríamos una presa. Estamos de su lado. Si acepta nuestro trato ambos ganaremos: Usted tendrá comida fácil y nosotros conseguiremos lo que queremos sin correr demasiado riesgo. ¿Qué le parece?.
- Dame los detalles.
- Veo que usted es un felino muy inteligente y veloz. Permítame sugerir un plan de acción:
Iremos a ver a los animales y les diremos que usted ha aceptado el trato.
Usted no se dejará ver en todo el día y cazará al anochecer, que es la hora en que los animales no ven muy bien.
Para dejar algun animal aislado, haremos una reunión a esas horas y todas las miradas estarán sobre nosotros, que contaremos nuestros planes sobre seguridad, alimentación, previsiones y otros temas de interés comunitario.
En ese momento usted cazará a los que estén separados del resto, que serán los animales más activos que dejamos para vigilancia.
- ¿Crees que los animales sospecharán algo?
- No. Ellos solo se preocupan por lo que ven. Si no lo ven cazar, entonces no se preocuparán.
- ¿Acaso piensas que son tan tontos de no percibir que falta alguno de ellos?
- No. Nunca pensarán que el acuerdo sería violado. Ellos creerán que el animal se extravió solo o que se encuentra pasándola bien en otra parte.
- ¿Cómo tomarás tu parte?
- Usted dejará en una caverna, fuera de la vista de los demás, mi parte y yo la repartiré con mi gente.

Y así fue acordado.

Durante las reuniones la hiena elegía a quien menos le simpatizaba y lo convencía para que hiciera una tarea para los demás.
Así quedaba aislado y sintiéndose importante. El felino lo cazaba con la tranquilidad de quien corta una flor.

Los animales sentían sospecha por la conducta de las hienas, a quienes no se les veía comer, pastar o hacer esfuerzos para conseguir sustento y sin embargo gozaban de una salud inmejorable.
El felino cumplía su parte del trato y obtenía comida fácil.
Un día, una de las cebras notó que las hienas siempre tenían manchado de sangre el hocico y parte del pelaje.
Preguntó a la hiena jefe:

- Por qué ustedes siempre tienen manchado de sangre el hocico y su pelaje?
- Porque nosotros luchamos con el felino durante todo el día para mantenerlo lejos de esta zona.
- ¿No era que había cambiado su dieta?
- Je, nosotros hemos estado con él y sabemos bien qué clase de animal es. No cambiaría su dieta por nada del mundo.
- Entonces, ¿Por qué no lo vemos por aquí?
- Por lo que te dijie. Luchamos con él para mantenerlo a raya.
- ¿Todos ustedes?
- Claro! Se necesitan muchos animales para luchar contra ese felino. Cuantos más, mejor.
- ¿Puedo sumarme?
- Mmmm estamos muy organizados ya. No sé, tendrías que entrenarte mucho para formar parte del grupo.
- Haré todo lo necesario para formar parte de esta fuerza bienhechora.
- Si lo quieres así... Entonces comienzas mañana.

Entrenaron a la cebra en carrera y vigilancia, pero siempre haciendo que la cebra corriese más lento de lo que las hienas son capaces.
Un día tuvieron que aceptar que fuese con ellos a ver al felino.
En cuanto llegaron, el felino los miró asombrado: Jamás pensó que le llevarían el almuerzo hasta su morada.

- Hola, Jefe. Le presento a Brenda.

Todos almorzaron.

A su regreso le preguntaron por la cebra que los acompañó.
- Lamentamos su pérdida. Luchó muy bravamente. Fue la más valiente que hayamos visto. Jamás la olvidaremos.

Los demás animales la lloraron y muchos quisieron unirse, pero aceptaron sólo a uno por vez.

Un día un Ñu logró escapar previo dar unas buenas coces a hienas y al felino.

Este llevó la noticia a los demás.
Por supuesto que tuvieron que desbandarse.
El felino y socios perdieron su alimento fácil.
El felino gruñó y gritó a los cuatro vientos que en cuanto viese a Hugo Hiena lo comería en el desayuno.
El felino de esta historia comentó con sus amigos para que le ayudasen en esa tarea, y desde ese entonces ni los animales ni los felinos confían en las hienas.

¿Y las hienas?
Decidieron que el sistema era bueno y aprovecharon cada descuido felino para almorzarse al que les diera lugar.

Cualquier parecido con los sindicalistas no es pura casualidad.

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