martes, 4 de marzo de 2008

Habitarnos

Cierro las persianas de mis ojos para que tu perfume inunde mi ser.
Aprieto tu cuerpo contra el potro desbocado que salta de mi pecho.
Recorro la costa temblorosa de tus labios, naufrago en tu boca y el ser que habita en ella sale al encuentro de la mía.
Mía como el torbellino pertenece al viento, como las gotas a la lluvia.
Tus manos sedientas rastrean en pos de lo que ansías.
Te deshojo prenda a prenda mientras mis manos hambrientas de tu piel memorizan tus vaivenes.
Danzamos al son de nuestra propia respiración, música de nuestros cuerpos cautivos del deseo.
Saboreo la antesala del refugio que se despliega ante mí.
Suspiras tus bendiciones a mi paso mientras deslizo mis manos para tensar tus cuerdas.
La inevitable conclusión del momento me lleva a escalarte para saciar nuestro mutuo anhelo de habitarnos.
15/06/07

3 comentarios:

Marina dijo...

La perpetuidad de las sensaciones!...qué fantástica descripción!...
A veces tenemos el privilegio, de ser comensales privilegiados, en “esa” alcoba, donde se cocinan maravillosamente los banquetes celestiales…

Esos, donde no se priva de mezclar aromas y sabores...donde la
paciencia y el arrebato están a punto caramelo, esperando el toque de gracia... Esos que hacen que sigamos, mezclándonos con el tiempo...entre la imprudencia y la mística...y muchas veces, terminemos reconociéndonos, cada vez más fantasmas.

DonGato dijo...

Los momentos llegan y se van en silencio como los pasos furtivos del amanecer que se funde con la noche.

Anónimo dijo...

Habitarnos. Es la palabra perfecta para ilustrar sintéticamente ese momento. De lo mas original. Me gustó mas el título que la prosa.

Pantagruela