domingo, 2 de marzo de 2008

Crónicas de Tierra Adentro II - Julio César

Julio César era el prototipo del malo.
Les pegaba a los más chicos, tiraba del cabello a las nenas, se sentaba junto a Rubén, el mejor alumno, y quitaba los dulces a los más débiles.
En cada cumpleaños había que invitarlo o atenerse a las consecuencias.
Pero invitarlo significaba que reventara los globos con un alfiler, que pinchara a todo el mundo con ése adminículo y metiera sus dedos sucios en la torta del cumpleañero.
Las madres corrían a este pequeño granuja por toda la casa procurando evitar que se metiera en las habitaciones a vaciar los cajones con la ropa almidonada y recién planchada.
Era robusto, más alto que los demás y su vozarrón se escuchaba por todo el patio en los recreos.
Las maestras intentaban, sin éxito alguno, que respetara las diferencias que había con los demás.
Julio César maltrataba a un compañero de su estatura pero más tímido porque era de origen muy humilde. Su casa tenía una cortina de lona por puerta y en invierno sus padres quemaban leña para sobrellevar el frío del campo. Todo porque su piel era blanca y la de su compañero pobre era más morena.
Asi las cosas, cada vez que alguien se interponía en su camino Julio César simplemente resolvía todo a los puñetazos.
¿Quién habría de oponérsele?
Si la Directora de la escuela llamaba a los padres de Julio César, éstos reaccionaban con una verborragia violenta que atemorizaba a las pobres mujeres.
Pasó el tiempo y mi madre nos mudó a mi hermano y a mí de mi pueblo a Catamarca donde vivimos por unos años en casa de mi abuela.
Cuando cumplí 16 regresé al pueblo a visitar a mi padre y al resto de mi familia.
Mi padre era habitué del Club Unión, sitio donde se reune la mayoría de los pueblerinos.
A la vuelta estaba la casa de Julio César.
Después de almorzar nos reunimos con el "loco" Rucci, el "gordo" Catena, Juancito Salvatori y mi padre.
El "gordo" Catena, carnicero, le preguntaba al "loco" si este año no comenzaría a trabajar el campo dada la proximidad de la fecha de siembra (marzo por estas tierras).
El "loco" nos contaba que había prestado una herramienta para labranza y que aun no se la habían devuelto.
- ¿Por qué no se la pedís de vuelta? - Interrogó Catena.
- Porque pide el que no tiene. Y yo tengo - Respondió Rucci.
- Sí, pero necesitás trabajar el campo ahora o te vas a perder esta siembra.
- El vino a pedirla. El debe venir a devolverla. - Contestó el "loco".
Y no dejaba de tener razón.
Conversábamos animadamente sobre el tema cuando pasó un camión de gran porte (un Scania último modelo) con acoplado y todo.
- Eh!, ¿de quién es ese tremendo equipo? - Pregunté con admiración.
- De tu amigo, Julio César. - Me contestó Rucci.
- ¿De Julio César? - pregunté con incredulidad.
- Sí. ¿De qué te asombras? - Inquirió Catena.
- De nada. - Contesté mientras pensaba en que aquel bruto había progresado enormemente a fuerza de trabajo mientras yo todavía estaba en la escuela pensando en ir a la universidad.
Hace unos años regresé al pueblo en ocasión del fallecimiento de mi tío Mario, cofundador de la Central Alcorta, empresa de transportes de pasajeros.
Volví al Club Unión con mi padre y mientras él paladeaba su Cognac Napoleón, yo fumaba leyendo el diario.
Pasó un Scania flamante.
- ¿Julio César? - Pregunté a mi padre señalando al camión.
- No. La hermana. A Julio César lo encarcelaron porque era pirata del asfalto.

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