domingo, 2 de marzo de 2008

Crónicas de Tierra Adentro I - Moto.

Calor. El sol de la tarde invitaba a dormir la siesta.
Amodorrado en su uniforme ya empapado por el sudor el policía custodia ba la puerta de la entrada principal de la Estación Central de la Policía Provincial.
Tenía los ojos entrecerrados por el sueño, el sopor y el blanco resplandor de las casas que herían su vista reflejando los quemantes mensajeros de Febo.
La cinta de asfalto dibujaba tenues espejismos al mirar montaña arriba.
Un joven pasó y saludó con familiaridad al guardia.
Llevaba un recipiente plástico con agua adentro.
Se acercó a una de las motos.
La rodeó contemplando su integridad.
El guardia se inquietó en su puesto.
Le prestó atención.
De uno de sus bolsillos el joven extrajo una franela a la cual mojó con el agua que traía.
Frotó con ella las partes más expuestas.
Exclamó una maldición, referente a la temperatura.
Colocó la franela sobre el asiento y comenzó la rutina del encendido.
El motor renegó e insistió en no arrancar.
El guardia cruzó los brazos y observó cada movimiento del joven.
Una camioneta pasó por la calle y se detuvo junto al joven.
- ¡Ya te dije que arrojaras esa porquería al Río Del Valle! - Comentó riendo el conductor de la camioneta.
El guardia rió con el comentario.
El joven lo miró con cara de pocos amigos y replicó:
- Tu mecánico me dijo que la había reparado.
- Eso te pasa por confiar en tus amigos - dijo sonriendo el conductor, quien se apeó del vehículo no sin antes saludar al guardia alzando la mano.
El guardia respondió al saludo con una inclinación de cabeza.
- ¡Voy a tirársela por la cabeza! - Exclamó el joven con bronca.
- ¿Vas a ir ahora? - Preguntó el conductor.
- ¡Claro! ¿Cuando, si no?
Ambos jóvenes intentaron subir la moto a la parte posterior de la camioneta pero ésta era muy pesada para el que estaba abajo.
Probaron varias formas pero no conseguían subirla.
- ¡Jefe! ¿Nos da una mano? - Pidieron al guardia.
- ¡Claro! - Respondió solícito.
Y se fueron.
Media hora más tarde llegó un hombre con un par de alforjas cargadas con sus avíos.
Se detuvo junto a las motos estacionadas.
Recorrió con la vista cada una del medio centenar de motos que dormían su siesta en la calle, a 45º.
- ¡Me robaron la moto! - Exclamó el hombre con desesperación.
- ¿Cómo era su moto? - Preguntó inquieto el guardia.
- Roja, con asiento de cuero legítimo, con la Virgen del Valle pintada a fuego en el tanque de combustible!! - Dijo el hombre con la voz quebrada.
- ¡¡¡Y encima yo les ayudé a subirla!!! - Comentó el guardia.

Nota: Ocurrido en San Fernando del Valle de Catamarca. Fines de la década del '60.

No hay comentarios: